En el idioma chino la palabra crisis se traduce como 危机 (Wei Ji). En chino esta palabra está formada por dos caracteres. El primero es Wei, que significa peligro y el segundo es Ji, que significa oportunidad.
Peligro y Oportunidad
Este símbolo y su traducción se tocan en cierta manera. Una situación en la vida o el trabajo, considerada como crítica o adversa debe ser reinterpretada por el que la está sufriendo.
Una crisis es un momento de peligro. Pero al mismo tiempo es el nuevo camino u oportunidad para tomar una nueva vía, que sin haber pasado por ese momento jamás hubiéramos decidido iniciar.
Toda crisis nos desafía entonces a una decisión, ya que nos encuentra en la encrucijada entre dos caminos: Uno es el camino para crecer y desarrollarse en medio del dolor. Dejando que el Espíritu Santo sea la guía, el sustentador y el Rey. El otro es el camino del peligro. Consistente en el aislamiento; se niega a aceptar la realidad.
En Romanos 8:28-30 el apóstol Pablo dice lo siguiente: “Y sabemos que Dios hace que todas las cosas cooperen para el bien de quienes lo aman y son llamados según el propósito que él tiene para ellos. Pues Dios conoció a los suyos de antemano y los eligió para que llegaran a ser como su Hijo, a fin de que su Hijo fuera el hijo mayor entre muchos hermanos”.
Siempre me llamó la atención el recorte que normalmente hacemos de este versículo, respecto de nuestros propios deseos. Solemos decir que, a los que aman a Dios todo les ayuda para bien, y si bien esto es verdad, es sólo una parte de lo que está escrito. La Palabra agrega que: las cosas que nos acontecen a los cristianos tienen el objetivo de hacernos más parecidos a Jesús.
Por eso, quiero compartirte tres sugerencias para que puedas utilizar ante cualquier otra situación de crisis que te toque atravesar:
Buscar. Implica estar consciente de la ausencia, de la falta, de la ignorancia. El profeta Habacuc entendía el momento por el que estaba atravesando su nación. Una nación que le había dado la espalda a Dios y que en poco tiempo se enfrentaría a una de las horas más oscuras de su historia: Su cautiverio en Babilonia.
El libro comienza con la pregunta que el profeta le hace a Dios: La profecía que vio el profeta Habacuc. ¿Hasta cuándo, oh, Jehová, clamaré, y no oirás; y daré voces a ti a causa de la violencia, ¿y no salvarás? Habacuc vivió en un periodo en Judá donde sus últimos reyes fueron malos, donde el pueblo se había olvidado de Dios y la injusticia social prevalecía: ¿Por qué me haces ver iniquidad, y haces que vea molestia? Destrucción y violencia están delante de mí, y pleito y contienda se levantan. Por lo cual la ley es debilitada, y el juicio no sale según la verdad; por cuanto el impío asedia al justo, por eso sale torcida la justicia, esto hacía que él le preguntara a Dios por qué permitía que pasaran todas estas cosas y no hacía nada al respecto
Escuchar. Implica estar consciente de que Él sabe ¿Cómo? A pesar de todo eso, y una vez más, la voz de la Palabra de Dios resonaría con fuerza por medio de sus profetas para que su pueblo tuviese una dirección firme que seguir. Su voz sobresaldría entre tantas otras con el fin de que solo le escuchasen a Él.
Muchas voces son oídas en estos días de incertidumbre y miedo, pero al igual que en los tiempos de Habacuc, hay una de ellas que sobresale para hacerse entender entre los que temen a Dios: La voz de su Palabra.
Múltiples situaciones donde el pueblo de Dios tuvo que escoger atender a la voz de Dios y guiar su vida y decisiones por medio de ella. Esto ya sucedió en el pasado, pero aún sigue aconteciendo.
Ante la pregunta del profeta, Dios le respondió: “Mirad entre las naciones, y ved, y asombraos; porque haré una obra en vuestros días, que aun cuando se os contare, no la creeréis”. Aun con todo lo que estaba pasando, el Señor tenía en control todas las cosas, ya que mientras muchos pensaban que Dios se había olvidado de su creación y que la maldad de los hombres quedaría sin castigo, Él estaba planeando algo tan grande que, aunque se las contaran no lo creerían. Muchos malvados hacían lo que mejor les pareciera y el pueblo estaba hundido en una terrible idolatría, pero lo cierto es que Dios estaba levantando a la nación de los caldeos, Babilonia, para usarla como su medio de juicio para todos los impíos: “Porque he aquí, yo levanto a los caldeos, nación cruel y presurosa, que camina por la anchura de la tierra para poseer las moradas ajenas. Formidable es y terrible; de ella misma procede su justicia y su dignidad. Sus caballos serán más ligeros que leopardos, y más feroces que lobos nocturnos, y sus jinetes se multiplicarán; vendrán de lejos sus jinetes, y volarán como águilas que se apresuran a devorar”.
Obedecer. Implica poner en pausa mis mejores ideas, mis argumentos. Habacuc 3: 16. Al oír todo esto tuve miedo. Mis labios se pusieron a temblar, mis piernas dejaron de sostenerme y todo mi cuerpo perdió sus fuerzas. Aun así, esperaré tranquilo el día en que Dios ponga en angustia al ejército de nuestros opresores.
“Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo y los labrados no den mantenimiento y las ovejas sean quitadas de la majada y no haya vacas en los corrales. Con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación”.
Sean cuales fueren los momentos de crisis por los que tengamos que atravesar y aunque seamos tentados por las voces de la duda, la desesperación o el temor, recordemos lo que la iglesia perseguida nos enseña que, aunque el escenario sea el más difícil posible, elijamos siempre escuchar la voz de nuestro Dios.
Habacuc se afligía viendo un mundo lleno de injusticias, maldades y sufrimientos, y en medio de todo esto se preguntó: ¿Dónde estaba Dios?, y ¿por qué permitía tanta injusticia y sufrimiento? Hoy en día muchas personas se preguntan lo mismo, especialmente en momentos de crisis, sin embargo, Dios continúa sentado en su trono como soberano del universo, aunque el mundo se haya olvidado de Él y lo haya sacado de sus vidas, el Señor continúa obrando teniendo control de todas las cosas y planeando actuar para castigar la maldad de los hombres y bendecir a su pueblo.
Por lo cual, si nuestra higuera no florece o no hallamos frutos en las vides, si todo nuestro bienestar económico es deshecho, las pandemias se extienden alrededor o como nuestros hermanos pasamos por el crisol de la dura persecución, no nos olvidemos de hacer frente a todas estas situaciones elevando una oración, una confesión de confianza en el cuidado de nuestro Dios, no olvidándonos tampoco de orar por aquellos que ya han hecho suya la promesa que se nos dice a todos.
“Señor, haz que mis crisis sean oportunidades para emprender la ruta que me marcas y que me llevará a un tiempo de bienestar. Te pido fortaleza y sabiduría para afrontar estas crisis y la lucidez suficiente para ver el abanico de oportunidades que me regalas a través de ellas”.