¿Alguna vez tuviste un escondite al que corriste cuando eras niño? Yo sí. Tal vez fue en un árbol, un armario o algún otro lugar donde pudieras estar solo en un lugar donde no te pudieran ver fácilmente.
Frente a las dificultades y peligros que suceden, necesitamos un lugar seguro y Dios quiere ser nuestro escondite. Él es Aquel a quien acudimos en nuestro momento de necesidad o cuando tenemos miedo y a quien podemos acudir cuando ya no podemos más.
El salmista David escribió: “Desde los extremos de la tierra, clamo a ti por ayuda cuando mi corazón está abrumado. Guíame a la imponente roca de seguridad” (Salmo 61:2).
Vivimos en tiempos peligrosos, ¿no es cierto? Como lo expresó el apóstol Pablo a Timoteo: “es bueno que sepas que, en los últimos días, habrá tiempos muy difíciles” (2 Timoteo 3:1). Las noticias de todos los días dar a entender que este es un tiempo de mucha violencia de robos o incluso muerte. Existe una amenaza global cuando oímos hablar de dictadores y naciones que obtienen capacidades nucleares.
Sin embargo, Dios promete que nos protegerá si lo hacemos nuestro refugio. El Salmo 91 contiene las promesas de Dios de protección y provisión para los creyentes. También incluye una reconfortante promesa de protección angelical: “Porque él ordenará a sus ángeles que te protejan dondequiera que vayas. Te sostendrán con las manos para que ni siquiera te lastimes el pie con la piedra” (Salmo 91:11-12).
El Salmo 34:7 nos dice: “Porque el ángel del Señor es guardia; él rodea y defiende a todos los que le temen”.
Simplemente no sabemos cuántas veces los ángeles nos han liberado, nos han protegido de cualquier daño o tal vez incluso nos han hablado directamente. Como señala Hebreos 1:14: “Por lo tanto, los ángeles son sólo sirvientes: espíritus enviados para cuidar de las personas que heredarán la salvación”.
“¡Vengan, cantemos al Señor! Aclamemos con alegría a la Roca de nuestra salvación” (Salmos 95:1).