Si tú y yo estamos dispuestos a vivir en contracultura, teniendo una mente de siervos, entonces estaremos en condiciones, dice Pablo, de comprobar la voluntad de Dios para nuestras vidas. Observa que no dice el texto bíblico que estaremos en condiciones de saber, de tener la seguridad, de tener la certeza, sino de comprobar. Y la palabra comprobar me lleva a pensar en que tengo que accionar, que tengo que trabajar para conocer Su voluntad. Me lleva a pensar en el concepto de certeza/error, ensayo/error. En definitiva, me desafía a moverme.
Gordon McDonald dijo: “Trabajamos por cosas por las que deberíamos orar, y oramos por cosas por las que deberíamos trabajar”.
Quiero pensar en tres maneras prácticas a través de las cuales comprobar su voluntad:
1. A través de la Palabra: De una Palabra correctamente interpretada. Y para que ésto suceda, debes estudiarla sistemáticamente. Si puedes hacerlo en grupo, mucho mejor. Ya que al hacerlo de manera colectiva, intercambiando impresiones unos con otros, probablemente descubras cosas que de manera aislada no hubieses descubierto.
2. A través de un hermano en la fe: Pero no de cualquier hermano, sino de uno que tenga autoridad espiritual. Dicho de otra manera, alguien que aún no siendo perfecto, vive diariamente aquello que dice creer. Alguien que “entre el dicho y el hecho no tenga trecho”. Alguien íntegro.
3. A través de las circunstancias: Correctamente interpretadas. El pastor Rick Warren cuenta en su libro “Una Iglesia con Propósito”, como comenzó su proyecto. Estaba en el último año de seminario, y sintió en su corazón, después de mucho pensar y orar, que cierta región de California era el lugar al que Dios le guiaba para plantar una nueva congregación. Acto seguido escribió una carta a un lider de la denominación explicándole acerca su deseo de comenzar una iglesia, indicándole la región correspondiente. Envía la carta, y mientras lo hace recibe otra carta de ese líder diciéndole que había escuchado acerca de su intención y que el ente denominacional estaba plenanente dispuesto a ayudarle en este nuevo desafío. En definitiva, las circunstancias fueron el medio perfecto a través del cual Dios le estaba comunicando Su voluntad.
Es fácil convencernos de que cierta respuesta es real, si ésta coincide con nuestros gustos, o con aquellas cosas que veníamos deseando intensamente hace tiempo. La pregunta es: ¿qué sucede cuando la respuesta no es la que esperaba?
Una de las características que vemos en las Escrituras es que la Palabra incomodaba al que la recibía. Mi pastor siempre dice: “Mi responsabilidad es incomodarte”.
Moisés argumentó con Dios frente a la zarza, aduciendo que el pueblo era difícil y él era limitado.
Sara se reía de la propuesta de un embarazo en su vejez.
Jeremías se sintió confundido por el llamado de Dios.
Jonás fue llamado a ir a Nínive y huyó de la presencia de Dios.
El joven rico se fue triste porque tenía muchas posesiones.
Los que dejaron de seguir a Jesús porque sus palabras eran duras.
¿Por qué sucede esto? La razón es sencilla: estamos en el proceso de ser transformados y su Palabra siempre va a chocar con los aspectos no redimidos de nuestra vida. Al escuchar lo que se nos dice, la carne inmediatamente se levantará a protestar. ¿Qué hago cuando esto sucede? Debo recordar que la voluntad de Dios es:
A. Buena.
Porque Dios es un Dios bueno, su voluntad siempre será buena para nosotros. “Si ustedes siendo malos saben dar buenas dádivas a sus hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?”
B. Agradable.
¿Cómo explicar que la voluntad de Dios es siempre agradable, cuando en tantas oportunidades no lo siento así? Una afirmación de David en los Salmos me ayuda a dar respuesta a esta pregunta. Él decía: “El hacer tu voluntad me ha agradado”. Quizás Su voluntad en alguna cuestión no sea de mi agrado, pero mi desafío es que el hacer su voluntad sea mi mayor reto y traiga gozo a mi vida.
C. Perfecta.
La palabra perfecta desde el punto de vista bíblico refiere a madurez. Dicho de otra manera, cuando alineo mi vida a la voluntad de Dios, maduro inevitablemente en mi experiencia como cristiano.
¡Qué ejemplo el de Job! De un momento a otro su vida queda devastada. Su mujer no lo ayuda y menos sus amigos. A lo largo del texto demuestra dónde está parado en su vida espiritual, algo que frecuentemente manifestamos cuando todo va muy bien y cuando todo va muy mal. Es consciente que Dios está todo el tiempo en control, manifestando su voluntad. En el final concluye diciendo: “De oídas te había oído, pero ahora mis ojos te ven”. Tuvo en claro la voluntad del Señor para su vida: Que le conociese de una manera profunda en medio de la más temida adversidad.
Recordé la estrofa de una canción que cantaba frecuentemente en los ’80, y hoy quiero invitarte a que sea nuestra oración:
“Imprime en mí, Señor, tu voluntad,
En tiempos de dolor y adversidad.
Por donde deba andar, qué pasos he de dar,
Para poder gozar tu voluntad”.