La obesidad es una enfermedad que afecta a muchísima gente, y los cristianos no están exentos de padecerla. Si bien no hay una estadística sobre este tema en el seno de las iglesias, basta con echar un vistazo a groso modo sobre una congregación en pleno culto para darse cuenta de que un importante porcentaje de la membresía demuestra claramente esos kilos demás. Y este panorama, más que preocupar desde la estética, debiera ponernos en alerta desde la salud, la autoestima y, en algún punto, desde nuestro bienestar espiritual, emocional y hasta social.
Diego Farías es un servidor de Dios en su iglesia ubicada en la ciudad de Lanús, en Buenos Aires, y tomó la decisión de hacerle frente a este flagelo. No sin luchas, no sin sacrificio, pero con Dios de su lado, Diego inició una transformación que hoy le permite contar su testimonio para que miles puedan tener esperanza a la hora de darle lucha a la obesidad.
“No puedo recordar por más que quiera como fue el largo proceso que desencadenó mi situación de salud que derivó en una cirugía; pero como dice la Palabra, creo que todo lo que nos sucede y pasa, si hay fe, es para nuestro bien.
Es muy triste sentirte miserable y tratar de salir de ese estado haciendo lo posible y lo imposible sin lograrlo; y cada esfuerzo por superarme verlo malogrado por mí mismo, porque dentro de esta terrible enfermedad, la obesidad mórbida, el peor enemigo eres tú.
Esto me hacía recordar algunas de las pocas charlas que tuve con mi padre (quien sufría de alcoholismo) cuando yo le preguntaba por qué no trataba de dejarlo, y me respondía que siempre estaba tratando, pero no podía. Él no lo logró, lamentablemente perdió la vida en un trágico accidente, que nunca se determinó. Demás está decir que no quería terminar así.
Esta enfermedad también mata; sin embargo, dentro mío tenía la certeza que da la fe de que podía vencer. ¡Que lo iba a lograr! De una manera u otra sabía que Dios no me iba a dejar, porque él me amó desde siempre, porque siempre fue y es mi Padre, fue quien estuvo dándome aquellos abrazos, caricias y cuidados que no recibí de mi padre biológico.
De una manera drástica y literal aprendí que muchas cosas de nuestra vida no suceden, no cambian, no se encauzan si no tomas la decisión y la determinación de dar el siguiente paso. Decidí seguir adelante, porque cambiar el curso de lo que me sucedía dependía única y exclusivamente de “mí”.
Dios hace las cosas para sus hijos de una manera tan clara, sencilla y natural que a veces a nosotros, no nos parece lo suficientemente sobrenatural para aceptarlo. Dios no podía poner nuevas cosas en mi vida si me aferraba a lo viejo. “Yo” debía tomar la decisión de reconocer que estaba enfermo, que debía cambiar las cosas, ponerme frente a los profesionales que necesitaba y hacerles caso. Sólo así debía pasar y superar esto.
Pon en acción tus fuerzas espirituales, toma las herramientas que Dios puso en tus manos y atraviesa tus problemas (y esto me lo digo a mí mismo primero), deja de rodear y dar vueltas, enfrenta esos problemas, en el nombre de Jesús y con sus fuerzas, no en las tuyas propias.
Llega a la cima y planta bandera de victoria, escala y atraviesa esa montaña que te quita felicidad, que detiene tu marcha hacia lo bueno que Dios tiene preparado por delante en tu vida.
Una vez que estés arriba, observa por un instante cómo Dios te ha acompañado siempre, maravíllate de su grandeza y sigue adelante en el nombre de Jesús”.
Para quienes deseen conectarse con Diego Farías, pueden hacerlo a través de su cuenta en Facebook o enviar un Whatsapp al +54 9 11 4075-3306.