Opinan: Itiel Arroyo, Raquel Reguera, Gustavo Romero y Ray Corea.
Informe: Damián Sileo.
“Trol: Usuario que busca provocar, interrumpir o empobrecer el nivel de las conversaciones o debates, en ocasiones con un tono divertido o irónico, y en otras ocasiones con un estilo más agresivo.”
Dicen que detrás de las críticas mordaces y la envidia, en el fondo, se desnuda una admiración por aquella persona que es blanco de esas detracciones, y la certeza de no poder llegar al status de la misma.
Hoy día, uno abre Facebook –especialmente- o alguna otra red social, y de cada 10 halagos vertidos para con algún predicador, cantante o influencer cristiano, es fácil leer 2 o 3 comentarios negativos (aunque algunos superan este promedio). Uno pudiera entender que no se puede conformar a todo el mundo, y es cierto. Pero cuando ese desacuerdo es expresado de manera destructiva, donde pareciera que el único fin es derribar a esa persona, ya estamos hablando de otra cosa.

En la jerga informática, se denomina “trols” a aquellas personas que hacen este lobby, pero la terminología va más allá cuando estos trols utilizan mentiras para difamar. Allí el término adecuado es “hater”, que se traduciría como “odiador”. Ahora bien, ¿sería compatible un “hater” con un cristiano?
Basta solo con abrir la red social de algún influencer cristiano para darnos cuenta que hemos caído en lo más bajo, tal vez sin darnos cuenta. Expresiones como “eres un hijo del diablo”, “apóstata, te vas a ir al infierno”, “ya deja de vender humo” o “mientras engañas a la gente te llenas de dinero que le sacas a tu congregación”, son muy comunes de leer. Hay como cierta impunidad en las redes sociales, en donde nadie mide las consecuencias de hacer una afirmación sin siquiera pensar en cuánto daño se pudiera causar por ello. Porque detrás de esa persona famosa o que tiene varios seguidores, hay un ser humano con una familia en la que también repercuten esas cosas. El comunicador Ray Corea sostiene al respecto que “nos toca hacernos responsables de nuestras acciones, asumir el reto de ser diferentes en nuestra conducta y detener publicaciones nocivas; dejar de repostear cosas que lo único que están haciendo es dañar la vida de personas o familias y haciendo más grande la brecha entre Dios y el ser humano”.
La regla de oro
“En Mateo 7:12 Jesús nos advierte: “Traten a los demás como ustedes quieran ser tratados…” Partiendo desde este principio de vida que nos enseña la Biblia yo me pregunto: ¿En qué momento olvidamos que lo que siembro, cosecho? ¿Qué deseo lograr o que pase en mi vida teniendo una posición de juzgar a los demás? ¿Mi accionar refleja a Cristo y acerca más personas a seguirlo?
Nos hemos vuelto protagonistas de las redes no precisamente por ser esa sal o luz. Se despertó un deseo de ser figura pública, tendencia o influencer al señalar la paja en el ojo de mi hermano sin ver la viga que tal vez cargamos. (Mateo 7:3).
No fuimos llamados a llenar nuestras redes sociales de seguidores, fuimos llamados a ir a hacer discípulos para llevarlos al conocimiento de la vida y verdad que solo en Dios podemos encontrar. Debemos revisarnos a nosotros mismos y retomar el respeto, el amor al prójimo, al necesitado y detener la burla.
¿Cómo quieres que te conozcan? ¿Qué clase de legado dejarás? Hoy nos toca hacernos responsables de nuestras acciones, asumir el reto de ser diferentes en nuestra conducta y detener publicaciones nocivas; dejar de repostear cosas que lo único que están haciendo es dañar la vida de personas o familias y haciendo más grande la brecha entre Dios y el ser humano.”
Ray Corea, comunicador social, escritor
Es sabido que en el mundo artístico y político, especialmente, son innumerables los juicios por difamación a raíz de declaraciones perniciosas en medios de comunicación y redes sociales. Cuando esa declaración pasa cierta línea, los abogados se ponen en movimiento para ejecutar acciones legales contra quienes se dedican a difamar sin sustento. Y pienso, ¿qué pasaría si aquellos cristianos que están más expuestos comenzaran a realizar demandas a quienes los difaman públicamente sin argumentos más que un celo desmedido por no llegar a ser como ellos? Lo peor de todo, disfrazando su accionar como una férrea defensa de la sana doctrina, como si fuesen ellos los portadores de la verdad absoluta.
Por otra parte, y esto se ve frecuentemente en las últimas semanas de cada año, dado que vivimos las clásicas fiestas navideñas, otra de las vanas discusiones que se prestan en las redes sociales profundizaron una especie de grieta que hay entre los cristianos: los pro y los contra de la Navidad.
Es bastante patético ver las riñas entre cristianos sobre un tema que, supuestamente, debiera unirnos, y es la celebración del nacimiento de Nuestro Salvador Jesucristo. No obstante, existen creyentes que como no comulgan con la idea de festejar Navidad porque tiene un trasfondo no del todo cristiano, señalan y hasta condenan a quienes sí la celebran. Con argumentos tales como que “no es la fecha exacta” o “el arbolito proviene del paganismo” o la que disfrazan bíblicamente bajo el argumento de que “en la Biblia no dice que hay que celebrar el nacimiento de Cristo”, hay cristianos que destinan sus días solo a declarar una batalla campal contra sus mismos hermanos que encuentran en esta celebración un motivo más para acercarse a la gente que no conoce a Cristo con el mensaje de Salvación.
¿Somos discípulos?
“En la era digital, las tentaciones para los cristianos también se han digitalizado. Lo que antes estaba demasiado lejos y costaba un gran esfuerzo conseguir, ahora está a un clic de distancia, a solo un impulso de nuestro corazón.
Para los cristianos que sienten el impulso de obtener placer sexual rápido, internet les ha ofrecido las webs pornográficas. Para los que sienten el impulso de comprar sin realmente necesitar, internet les ha ofrecido los portales de compra online. Y para los que sienten el impulso de juzgar sin compasión, burlarse del diferente y erguirse como cazadores de herejes, internet les ha ofrecido la posibilidad de hacer comentarios en los post de las figuras mediáticas.
Como discípulos de Jesús, hoy más que nunca debemos recordar que Jesús nos llamó a amar, no a criticar. Incluso a amar a aquellos que están equivocados, sobre todo si resulta que son tus hermanos.”
Itiel Arroyo, predicador y conferencista
Si continuáramos buscando motivos por los cuales se crean estas contiendas públicas entre cristianos -¡vaya testimonio!-, tristemente ocuparíamos todo el día. Pero la motivación de este artículo y las opiniones vertidas anteriormente por algunos referentes cristianos de las redes sociales, es la de crear conciencia del tiempo que estamos perdiendo en algo que, cuanto menos, es infructuoso, improductivo, pero que, de no prevenirlo, puede llegar a convertirse en algo dañino a gran escala.
Hace pocas semanas, desde la producción de la emisora CVC La Voz, de Miami, se reflexionó acerca de este tema y de ese análisis podemos darnos cuenta cuán lejos de las enseñanzas de Jesús estamos a la hora de practicar esta especie de “justicia por mano propia”. Es más, ¡nadie nos pide ni nos reclama que hagamos algo así! Entonces, ¿qué nos lleva a querer destruir a un propio hermano en Cristo solo porque no cumple con nuestros estándares y formas de ver la vida cristiana? El consultor psicológico Gustavo Romero hace un análisis de este tipo de comportamiento: “Dime qué críticas y te diré qué careces. Con solo escuchar a esos adalides autoproclamados como referentes criticando a otros, no puedo menos que verlos como personas que, si bien con un dejo de buena intención, no tienen la intención construir una conversación donde se intercambien opiniones o instruir a otros sino destruir. Noto un mecanismo freudiano de proyección, donde se adjudica los propios defectos o carencias a otra persona, con el fin de negarlo como propio, anular la culpa, o escapar al rechazo social”.
Proyección
“Cuando leía sobre los trols de la sana doctrina, mi mente se imaginó a soldados alzando una antorcha a modo de guía, como siendo los elegidos para iluminar el camino correcto a seguir/los.
Las redes sociales y la inmediatez de la difusión permiten a cualquiera instalarse esa máscara psíquica que recubre la verdadera personalidad.
Reza el dicho, “dime qué críticas y te diré qué careces”. Con solo escuchar a esos “adalides” autoproclamados como referentes criticando a otros, no puedo menos que verlos como personas que, si bien con un dejo de buena intención, no tienen la intención construir una conversación donde se intercambien opiniones o instruir a otros sino destruir. Noto un mecanismo freudiano de proyección, donde se adjudica los propios defectos o carencias a otra persona, con el fin de negarlo como propio, anular la culpa, o escapar al rechazo social.
Y este último punto es el que prima; las redes sociales piden a gritos cantidad de likes o miles de visitas. Y en un mundo donde el chisme y el morbo venden, qué mejor que sumarse a esa onda criticando “piadosa y santamente en el nombre del Señor” al que yo creo que está equivocado. Hasta que no sea sana esa herida, siempre se proyectará el error en el otro.”
Gustavo Romero, consultor psicológico
De acuerdo al legado de Jesús, podemos elaborar una lista de diferencias entre un verdadero discípulo de Cristo y un “trol de la sana doctrina”, como hemos bautizado a esta suerte de horda que actúa por instintos básicos sin importarle cuántos heridos deja en el camino, siempre y cuando cumplan su cometido: ajusticiar a quienes no piensan como ellos.
La breve lista ofrecida en aquél análisis incluía cinco comportamientos que un cristiano no debiera tener, como el de ofender con sus palabras (Ef. 4:29), buscar venganza (Ro. 12:18, 19), juzgar a otros solo porque cree que tiene el derecho de hacerlo (Ro. 2:1), devolver mal por mal (Mt. 5:38-41), hablar mal de otros (Sal. 34:12-18), entre otros accionares típicos de quienes entran a esta batalla sin sentido, cuando se debiera ocupar el valioso tiempo en alcanzar a quienes no conocen a Jesús con el mensaje de salvación. Sería bueno recordar que la mala administración del tiempo también será motivo por el cual tengamos que dar cuentas a Dios (Ef. 5: 15-17).
De Santos a Haters
“Quizá como cristianos, deberíamos pasar más tiempo examinándonos a nosotros mismos que autoengañándonos. Profesamos seguir las enseñanzas de Cristo, pero no conseguimos aprender que antes de quitar la paja del ojo ajeno, es necesario quitar primero la viga del nuestro.
En el marco de las redes sociales, somos vulnerables a los comportamientos sociales del momento y observamos impávidos, cómo algunos hermanos, reivindicando su celo por la “Sana Doctrina”, muestran una conducta que bebe de las aguas más virales de este entorno: las aguas de la ira. Pero no una ira defensiva o justificadora, sino más bien una ira virtual, apartada de su función primaria para convertirse en irracional, incongruente, ilógica, encubierta y lo peor de todo… constante.
La sensación de anonimato contribuye a que se asuman libertades y se traspasen ciertos límites, pero lejos de reflejar nuestras creencias y dar un testimonio de amor y unidad, estamos claramente demostrando al mundo que desde la trinchera de nuestro teclado hemos mutado de Santos a Haters.”
Raquel Reguera, cantante y conductora del programa Punto de Encuentro, en cuya última edición, trató este mismo tema (puedes ver el programa aquí).
¡No podemos ser la luz del mundo los domingos y convertirnos en haters virtuales durante la semana!
Ilustración: Juan Esteban Pérez