Cuando Pablo le escribió a Timoteo este consejo y le envió esta carta nunca pensó que se convertiría luego en un texto de las sagradas escrituras. Era solo una carta para un hijo espiritual amado que se había consagrado a la obra de Dios, muy joven, y necesitaba apoyo, consejos, guía de alguien mayor con experiencia de vida en la iglesia.
Así también podemos leer que Lucas, al escribir su relato de los hechos sobre Jesús y luego el de los apóstoles, lo hizo dirigido a un tal Teófilo, nuevo convertido, y su fin era que conozca y se afiance en las verdades que había aceptado por la fe en Cristo. También Juan, por ejemplo, al final de su evangelio nos dice que había escrito todas esas cosas para que los que recibían ese escrito en las iglesias, crean que Jesús es el hijo de Dios y que para que creyendo tengan vida en su nombre. (Juan 20:31).
Pasado el tiempo, los apóstoles y demás cercanos a Jesús en vida, fueron muriendo, entonces los hermanos se aferraron a estos escritos que daban vuelta por las iglesias y que contenían los relatos y las enseñanzas de primera mano de Pablo, Pedro y demás. Por el deterioro que sufrían debido el tiempo y para poder compartirlos con los nuevos convertidos, eran copiados y reproducidos manualmente.
Finalmente, en el año 382, en un concilio de Roma, la iglesia instituyó el canon bíblico con la lista de escritos del Nuevo Testamento, considerando a estos libros y cartas como inspirados por Dios, basado en la autoridad que los creyentes reconocían en ellos.
Existen testimonios maravillosos desde los primeros siglos, donde esta palabra escrita, fue poder de Dios para salvación. Así lo relata, por ejemplo, Agustín de Hipona, que en el año 386 DC, entrega su vida a Cristo, después de haber vivido disipadamente, sin fe y sin esperanza.
Según cuenta el mismo Agustín, la crisis decisiva previa a la conversión se dio estando en el jardín con su amigo Alipio, reflexionando sobre su angustia y vacío, cuando oyó la voz de un niño de una casa vecina que decía:
Tolle lege
“Toma y lee” y, entendiéndolo como una invitación divina, tomó los rollos, los abrió en las cartas de San Pablo y leyó el pasaje: “Nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias. Revestíos más bien del Señor Jesucristo y no os preocupéis de la carne para satisfacer sus concupiscencias”. (Romanos 13:13, 14).
Al llegar al final de esta frase se desvanecieron todas las sombras de duda. Agustín se convirtió al cristianismo y fue un referente por su vida y revelación. Porque como dice Pablo, “El evangelio (vivido, hablado escrito y leído) es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree” (Romanos 1:16).
Para el año 382, se hizo la primera traducción de la Biblia al lenguaje de la gente, La Vulgata (Biblia Vulgata en latín; Βουλγάτα o Βουλγκάτα en griego) la cual seguramente fue la que leyó Agustín para su conversión.
¿Pero qué ocurrió con el transcurrir del tiempo? Los religiosos comenzaron a dar “adoración” a la letra escrita e ignorar el Espíritu y poder de la Palabra, lo mismo que los escribas y fariseos en la época de Jesús.
En la edad media solo leían la Biblia en latín y se realizaban los ritos religiosos en este idioma, considerándolo como una lengua santa, y dejando a los oyentes sin entendimiento. El latín ya no era el idioma de los pueblos, pero la lectura de la Biblia y las enseñanzas eran impartidas solo en esta lengua. La estrategia del enemigo fue eficaz, las personas no podían alimentarse de la verdad del evangelio y quedaron a merced de manipuladores e inescrupulosos inventores de doctrinas falsas como la de las indulgencias, donde se compraba por dinero el perdón del los pecados, y cuanto más dinero se pagaba, más perdón por el pasado y futuro de los pecados se recibía. Aun se llegaban a vender indulgencias para las personas muertas, aludiendo a que esto les permitía “un pasaje” del purgatorio al cielo.
Cuando conocemos la historia de la iglesia, toman relevancia las palabras de Jesús al declarar: “y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres”. Por eso Jesús habló y enseñó en arameo, la lengua de la gente, aunque el lenguaje del templo y de los libros sagrados era en hebreo, ya en desuso como lengua coloquial.
Volviendo a la época medieval, podemos decir que como en Génesis, el Espíritu de Dios se movía sobre tanta oscuridad y caos. Muchas personas comenzaron a buscar la verdad. Entre ellos Martin Lutero, un monje torturado por sus propios pecados y pensamientos inicuos. Como él tenía acceso a la Biblia en el monasterio, (la cual el pueblo tenía prohibida) fue guiado por el Espíritu a leer: “Porque por gracia son salvos, y esto no es por obras sino por fe”.
Esta verdad fue liberadora para su alma angustiada y de esta manera comienza la reforma, gloriosa, pero llena de persecuciones y martirios. Una de las primeras acciones de Lutero fue traducir la Biblia al lenguaje hablado de la gente, y justamente esto ocurre en el tiempo cuando es inventada la imprenta. Las Sagradas Escrituras fueron impresas y la verdad comenzó a correr como un río liberador.
La Biblia fue traducida a muchos idiomas en forma clandestina, sufriendo estos hermanos el riesgo de perder la vida y de hecho muchos murieron en la hoguera de la inquisición. También hubo hermanos que desearon traducir la Biblia al español. Un buen hombre, negociante entregado de corazón a Cristo, llamado Casiodoro de Reina, inició el arduo trabajo de traducir al castellano de la Vulgata y de otras versiones, no sin persecución y peligro de ser martirizado. Después de años de trabajo, el 28 de septiembre de 1569 Casiodoro de Reina, con unos 49 años de edad, publicó en Basilea (Suiza) la primera traducción completa de la Biblia al castellano, la Biblia del Oso, así llamada por ser un oso el sello de la imprenta. Luego después de su muerte, su amigo y hermano en la fe, Cipriano de Valera, hizo una revisión del texto y de esta manera fue publicada la primera edición Reina Valera en 1602.
Los años pasaron y nuestra Biblia fue revisada varias veces para adaptar sus términos y formas al tiempo que corría; las más famosas ediciones fueron la de 1906 y luego la de 1960. Hoy podemos leer la Reina Valera actualizada 2015, con un castellano coloquial, especial para Sudamérica.
Pero algo maravilloso ocurrió en el siglo XX (20), la arqueología encuentra en monasterios y también en cuevas, como las de Qumram, un sinfín de manuscritos y códices antiguos, que se acercaban mucho más a la fecha de los originales. La Vulgata, en cambio, la cual usó Casiodoro Valera, había sido traducida de manuscritos de tiempos más o menos antiguos.
Estos hermanos teólogos y expertos conocedores del hebreo y del griego se dispusieron a hacer la monumental tarea de traducción de la Biblia a un leguaje actual a partir de manuscritos más fidedignos, mucho más cercanos a los originales.
Quiero detenerme un momento solo para resaltar la difícil tarea de un traductor. Los que podemos hablar en más de un idioma sabemos que las palabras tienen muchas veces, más de un significado en otra lengua, y el traductor debe elegir por el contexto el más adecuado. Es entonces recomendable para nosotros leer varias versiones y de esta manera, el significado se completa, la idea se aclara. También especialmente en los libros más antiguos, aparecen palabras o expresiones idiomáticas que no se pueden traducir, por su antigüedad y desuso. Pensemos que estamos hablando de textos de miles de años en el pasado y de culturas muy diferentes de la nuestra. Por eso las nuevas versiones especifican lo oscuro del significado, o lo que se puede inferir entre varios significados, con la idea de ser lo más fiel posible al texto.
Un punto importante es que hallaron que los manuscritos más antiguos no contenían varios de los versículos de los manuscritos que estaban disponibles en los siglos XIV y XVII, (16 y 17) el tiempo de la Vulgata.
Fieles a la palabra de no agregar ni sacar nada del texto, tradujeron estos escritos tal cual los hallaron, pero sabiamente colocaron al pie de página, los versículos que fueron traducidos de La Vulgata e incluidos en la versión Reina Valera.
Aquí debemos plantearnos que la pregunta entonces no es, quién sacó estos versículos que faltan, sino quién los agregó y por qué. Se ha llegado a una teoría que dice que los copistas, con el deseo de aclarar o completar el pensamiento adicionaban partes de la doctrina cristiana, o aclaraciones para ayudar a los lectores a comprender mejor el texto.
Un ejemplo es 1 Juan 5:6-8. La RV dice: 6 Este es Jesucristo, que vino mediante agua y sangre; no mediante agua solamente, sino mediante agua y sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio; porque el Espíritu es la verdad. 7 Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno. 8 Y tres son los que dan testimonio en la tierra: el Espíritu, el agua y la sangre; y estos tres concuerdan.
Mientras que en la Nueva Versión Internacional se lee: 6 Este es el que vino mediante agua y sangre: Jesucristo. Y no solo vino mediante agua, sino mediante agua y sangre. El Espíritu es quien da testimonio de esto, porque el Espíritu es la verdad. 7 Tres son los que dan testimonio 8 y los tres están de acuerdo: el Espíritu, el agua y la sangre.
Pero al pie de página podemos leer lo siguiente
5:7-8 testimonio… Espíritu: “el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo, y estos tres son uno. 8 Y hay tres que dan testimonio en la tierra: el Espíritu, el agua y la sangre” (este pasaje se encuentra en manuscritos posteriores de la Vulgata, pero no está en ningún manuscrito griego anterior al siglo XIV).
Es evidente que algún copista decidió aclarar este pensamiento de Juan agregando una verdad de la fe cristiana, pero nuestros hermanos traductores quisieron hacer su trabajo fielmente, y simplemente nos presentan la realidad: en los manuscritos más antiguos este versículo no está.
De todas maneras, esto no cambia ni modifica nuestra seguridad de que toda la palabra es inspirada por Dios, ya que los agregados son también palabra de verdad y doctrina cristiana.
Recomiendo entonces también leer las nuevas versiones, que utilizan un lenguaje comprensible para la gente de nuestra época, y para toda persona, no importa el nivel de educación que posea. Porque como dice Pablo en 1 Corintios 14, (aunque él hablaba de las lenguas espirituales, aplica a este tema también). Él dice: ¡Quién sabe cuántos idiomas hay en el mundo, y ninguno carece de sentido! Pero si no capto el sentido de lo que alguien dice, seré como un extranjero para el que me habla, y él lo será para mí. Pablo enfatizaba que si nos quedamos sin entender tampoco nos edificamos.
Sabemos que esta es una época donde se lee poco, por eso la lectura debe ser lo más accesible y clara posible, para que sea comprensible e interesante al que la lee. Y por cierto, las diferentes traducciones enriquecen el significado de las palabras y nos proveen de más revelación. No nos aferremos a tradiciones, o consideremos más santa una forma que la otra. Recordemos que Jesús hablaba en arameo, se vestía como la gente común y comía y bebía con todos, sea en casa de los fariseos que conocían entendían el idioma hebreo o en la mesa de los considerados despreciables pecadores sin ley que hablaban en su propio dialecto. (A Pedro lo reconocieron galileo cuando arrestaron a Jesús, por su forma de hablar). Porque todos necesitamos salvación y la palabra de Dios debe llegar a todos de manera comprensible y clara para salvación.
¡Demos la bienvenida a las versiones actuales que a tanta gente bendicen con la posibilidad de que la lectura sea cercana y comprensible!
“Sin duda, la palabra de Dios es viva y poderosa, y más cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta la médula de los huesos. Su palabra nos dice si los pensamientos y las intenciones del corazón son correctos o no” (Hebreos 4:12).
“Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree” (Romanos 1:16).