Hace unos días estuve entrando y saliendo de la oficina y conduciendo a diferentes lugares y aunque en la noche anterior cargué el celular, el uso por el trabajo hizo que estuviera todo el día con baja batería y cargas rápidas que sólo me daban un rato más de uso. Finalmente, en la última reunión en una confitería, tuve que pedirle a la camarera que me permitiera conectarlo al cargador para poder recuperar la batería y usarlo.
Mientras estaba tomando un café y esperando al cliente, lo escuché sonar varias veces, pero si quería obtener un buen rendimiento debía esperar y dejarlo cargar. Cuando llegó la persona con la que iba a conversar, tenía el celular apagado sin batería y también tuvo que ponerlo a cargar y esperar a que prendiera.
Ese tiempo sin celulares nos permitió charlar animosamente por una hora al menos. Ambos trabajamos con nuestro móvil y necesitamos estar pendientes de él para responder llamadas de clientes o de nuestras empresas.
No quiero hablarles de una “adicción” al celular ni nada por el estilo, porque el uso al que me refiero es por trabajo, sino de la batería del celular, y de nuestra “batería”. La batería de nuestros móviles necesita ser cargada para poder suministrar energía a los circuitos que lo hacen funcionar. Sin ello se comienzan a recortar funciones hasta que se apaga.
Todos sabemos que es necesario, por eso es que por las noches generalmente lo dejamos cargando y sabemos que si no lo hacemos tendremos que buscar rápidamente un tomacorriente para conectarlo. Asimismo, nuestra vida necesita de diferentes fuentes de energía para poder mencionar y yo, como seguro muchos de ustedes utilizo a full mis funciones mentales, físicas y anímicas para realizar todo tipo de tareas.
Ahora bien, si yo no duermo lo suficiente o no me alimento adecuadamente, mi “batería” interna va a verse comprometida y a comenzar a fallar. La fatiga física, generalmente se restablece con unas buenas horas de sueño, pero la fatiga mental es más difícil de superar.
Como no tenemos tiempo “sin asignar” en nuestra vida, cuando sumamos compromisos o tenemos varias cosas por resolver, nuestra computadora central, nuestra mente, se ve saturada, de la misma manera que nuestra computadora, celular o notebook se puede “colgar” o puede tardar en responder, nuestra mente puede responder de esa manera también y necesita oxigenarse.
Pero nos cuesta parar, reflexionar y tomarnos un tiempo. Ya sea porque no es posible pedir “unos días para oxigenarse” en el trabajo o porque no vemos la urgencia de hacerlo, demoramos y dejamos a nuestra mente saturada, trabajando al límite.
En mi vida y es probable que en la tuya, es momento de parar la pelota, examinar nuestra vida y ver qué nos sucede. Analizar las cosas que hacemos, a qué dedicamos el tiempo y a dónde asignamos recursos y dinero.
A veces, el mejor negocio es esperar y reacomodarnos para seguir adelante. No hay ejército, empresa u organización que no necesite hacerlo en algún momento. Y de esa manera poder construir una nueva base para de ahí, seguir creciendo.
Si pasas tus días con pequeñas cargas de tu batería, si estás funcionando al tope, tienes que parar, que reorganizarte, que repensar. Porque así como una computadora se congela y luego hay que reniciarla para que vuelva funcionar, nuestro cuerpo da señales. Nos olvidamos de las cosas más seguido, dormimos y no estamos descansados en la mañana. Estas señales se van haciendo cada vez más frecuentes y notorias y puede llegar a causar un daño grave en nuestra salud.
En el mundo de los negocios, hay diferentes estrategias para lograrlo, ya sea meditar, respirar u otras, pero creo que hay una mejor, y es poder reconocer que no tenemos la solución a todo, que no podemos siempre encontrar la salida solos.
Dios está mirando tu vida, sabe todo lo que te sucede, y si le das la oportunidad, te va a contar su plan, sus estrategias para que te vaya bien y tengas una vida plena. El plan comienza con dejar que Jesús sea el que tiene los controles de tu vida, con reconocer que hacemos las cosas mal e incompletas, que vamos de fracaso en fracaso (aunque parezcan pequeños éxitos).
En mi caso, más allá de necesitar, como todos, tiempos de descanso y recuperar el orden, dejé mi vida en manos de Jesús hace muchos años y cada día escojo hacerlo nuevamente. Hay muchas cosas en las que no sé qué pasará, no tengo la respuesta o la salida, pero estoy 100% seguro que Él sí. Y voy a su presencia a buscar Su rostro, a buscar Su guía, sabiendo que aunque no entienda los pasos que me indica dar, el resultado siempre es el mejor.
Puedes pensar que estoy demente o creo en fábulas. O que Dios es para las cosas graves. Que no está interesado en lo que nos pasa. Que hizo el mundo y nos dejó para que nos arreglemos. Seguro ya probaste un montón de estrategias o planes, pero si pruebas a Jesús, no necesitarás nada más.
No dejes que tu salud te dé una bofetada o un golpe de KO para que reacciones. Carga tus baterías y elige el mejor plan, el de Jesús, para todas tus decisiones, ya sean de tu vida, tu familia o tus negocios.
“Señor, ayúdame a administrar mis tiempos de modo tal que el agotamiento no me sorprenda. Que mi batería espiritual esté siempre en ‘verde’ y siempre dispuesta a hacer funcionar el resto del cuerpo para hacer tu voluntad”.