¿Quién fue Agar? La Biblia nos relata que era la esclava egipcia de Sarai. Desarraigada de su tierra, su familia y de su libertad, Agar atravesó la situación común de las esclavas de su tiempo: fue víctima de abuso, por su condición de esclava, de extranjera y de mujer.
Sarai y Abram, sus amos, sufrían una crisis: los años pasaban y la promesa del hijo no se cumplía. Los dos envejecían y hasta les parecía ya ridícula la idea de un embarazo. Sarai, con más ansiedad que Abram, trama algo para acomodar lo que no se acomodaba solo, para que al fin el agujero vacío del gran rompecabezas de la promesa se complete y todos hallen la paz. Entonces piensa en su esclava.
Los seres humanos esclavizan y se enseñorean de las vidas de sus propios hermanos, despreciándolos, como si fueran, en alguna manera, superiores. Dios, en cambio, el Creador, omnipotente y eterno, ama al hombre hasta elevarlo a sus alturas y compartir todo con él, lo libera y lo llama amigo, hijo, hermano. Agar fue utilizada para solucionar en forma humana un tema divino. Sarai tuvo la idea pero Abram aceptó sin meditarlo demasiado. Quizás también él estaba deseoso de finalmente llenar ese vacío.
Sin pedirlo, alguien toma una decisión sobre su vida, y es entregada para concebir un hijo de Abram. Luego, al quedar embarazada, toma conciencia que ella, esclava, lleva en su vientre al que sería el heredero de todo lo que su amo era y poseía. Es difícil no tener sentimientos muy encontrados. Sarai entendió que Agar la despreciaba y así, sin trámites, culpa a Abram de todo y maltrata a su sierva.
Es fácil desembarazarse de una situación complicada culpando a los demás de todo, sin hacerse responsable de los propios actos. Pero tampoco Abram se hace cargo. “Tu esclava está en tus manos”, contestó Abram, “haz con ella lo que bien te parezca”. Y de tal manera comenzó Sarai a maltratar a Agar, que ésta huyó al desierto. Huir al desierto significaba la muerte segura.
Cuando los hombres usan y desechan gente según sirvan para sus fines o no, muchas personas quedan lastimadas, heridas, indefensas y débiles. Aquel, que quizás se entregó entero a esa relación o a este sistema religioso y luego fue simplemente desechado, pierde todo propósito en la vida, queda confundido. Siente culpa. Llega a sentirse invisible, nadie lo ve. Pero cuando todos miran para otro lado, cuando nadie quiere hacerse cargo de esta persona deprimida y herida, hay alguien que se hace responsable de la situación aunque no fue el causante.
Dios le salió al encuentro, cubriendo el error de Abram y Sarai, salvando a Agar y a su bebé. “Allí, junto a un manantial que está en el camino, la encontró el ángel del Señor y le preguntó: -Agar, esclava de Sarai, ¿de dónde vienes y a dónde vas?- -Estoy huyendo de mi dueña Sarai- respondió ella. -Vuelve junto a ella y sométete a su autoridad- le dijo el ángel. Estás embarazada, y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Ismael, Porque el Señor ha escuchado tu aflicción”. ¡Qué palabras tan consoladoras! Cuando nadie ve, cuando parece que nadie escucha ni siente, Dios ve, Dios sí escucha y se compadece. Nos encuentra y nos habla: ¿de dónde vienes? ¿A dónde vas?
“Como el Señor le había hablado, Agar le puso por nombre ‘El Dios que me ve’ pues se decía: ‘Ahora he visto al que me ve’. Por eso también el pozo se conoce con el nombre de Pozo del Viviente que me ve”. El encuentro con Dios reubica a esta mujer que quería morir, con un propósito en la vida. Le da esperanza, dirección, dispersa las tinieblas que la rodean, se siente comprendida. El que Vive le dice: “te veo, te entiendo, y hago algo nuevo de tu situación que no puedes imaginar”.
Agar obedece al Señor y se somete a su ama pero en su espíritu, no era más esclava. Ya no estaba su vida sometida a ningún espíritu humano, ahora sabía que el que estaba detrás de cada acontecimiento de su propia vida, era el soberano Dios del cielo y de la tierra. El amor de Dios comenzó a revelársele. Y donde el Espíritu de Dios se revela ahí hay libertad.
“Señor, tú eres el Viviente que me ve, aunque me siento invisible para muchos, sé que ves mi vida, mi cansancio y dolor. Te pido poder verte y recibir una nueva esperanza”.