La lámpara de Aladino es un cuento popular, en el cual este joven frota una lámpara mágica, y al salir un genio encerrado allí, le concede tres deseos.
En la Biblia encontramos una historia real, en la que Salomón, un rey joven e inexperto, tiene un sueño. Dios le dice que le pida lo que quiera, que él se lo otorgaría. Es interesante, que Salomón no pidió poder, fama ni dinero. Humildemente reconoció su falta de experiencia y temió gobernar mal a una nación tan grande.
Lo que sí pidió fue sabiduría. Es una respuesta que, recordando el programa televisivo “El Imbatible”, de la conocida conductora argentina Susana Giménez, cuando la respuesta era acertada, decía “¡correcto!” De la misma manera parecería que Dios le dijera lo mismo. Porque le agradó tanto, que le otorgó un corazón sabio como ningún hombre sobre la tierra. Pero también recibió fama y riquezas.
Cuando pensamos en la necesidad de los demás antes que en las nuestras, empezamos a vivir esa vida con propósito y sentido. Por algo Jesús dijo: “Mejor es dar que recibir”. Dios no es el genio que cumple caprichos, sí propósitos y Su voluntad, que es buena, agradable y perfecta. Pidamos como Salomón, un corazón sabio, que sepa amar con hechos a nuestro prójimo. Y seguramente todo lo que necesitemos, Él también lo suplirá.
“Dios, dame sabiduría para que pueda conducirme en esta vida de acuerdo a tu perfecta voluntad”.