Había pasado una tormenta económica fuerte, un tsunami en las finanzas, lo que provocó que el dolor invada mi habitación. Mi desayuno era gris, mis días eran agonizantes. Las preguntas y confusiones, todos los días se sentaban conmigo. Me acompañaba hasta la cama una soledad improductiva.
Marcaba en el calendario días iguales, sentí un kock out en mis fuerzas. Cuando apoyaba la cabeza en la almohada, quería que nunca se detuviera esa sensación de descanso. Fue una depresión muy fuerte. Intentaba poner todo de mí, pero no podía. Cada vez que amanecía, el brillo por la ventana intentaba animarme. Cada página del día, estaba discretamente coloreada con algo de esperanza.
Cambié mis amigos por mi mate y la música que calmaba mi alma. Como sin pulso, quería escribir otra vez. Tan aturdido estaba, que lo hacía sin sentido. No podía afinar ese instrumento que siempre me acompañó: la escritura.
Cuando pasaron los días, sentí que de apoco mi corazón comenzó a sanar. Esa brisa de la mañana que me despertaba tiernamente, me preparaba el desayuno con amor. Con un poco más de oxigeno estaba pintada mi cocina. Había sonrisas que se dejaban ver. Un mate con espuma que nos unía y Besos que dejaron de ser transparentes. El ruido de los chicos nuevamente tuvo volumen. Es que siempre estuvieron, pero mis audífonos de dolor no me dejaban en paz.
Me di cuenta que como las aves que alimentaban al profeta Elías, cuando este se sentía muy mal, así una nueva ave ponía una ración daría en mi puerta. Algo me acompañaba cada amanecer. En ese débil transitar y sin que me diera cuenta, Él le daba de comer a mi espíritu abatido.
A pesar de no sentir consuelo, cuando estemos pasando los momentos más difíciles de nuestra vida, nuestro Padre siempre cargará en la mochila de esa paloma mensajera, la porción que nos toca. Aunque nos tomemos el pulso y no sintamos fuerzas, una rodaja diaria del Señor llegará a nuestro buzón para alimentar nuestro Espíritu. Un cálido mensaje llegará a nuestro Whatsapp. Largo camino nos queda aún.
“Querido Dios, a pesar que me sienta triste, con pocas fuerzas, sé que Tú estás a mi lado acompañándome, siempre. Y esa seguridad que me da tu fidelidad, hace que me sienta amado. Cuando me reponga de este episodio difícil, pondré en la agenda de mi corazón, una marca más de una batalla que logramos con tu ayuda. Gracias por siempre estar, te amo”.