¡La palabra ya me estresa! Qué difícil es mudarse, cambiar. Primero hay que encontrar otro lugar al que tendrás que habituarte y si todo va bien se convertirá en tu hogar. Y una vez lo tengas, empieza la faena: sacar todas las cosas, meterlas en cajas y embalarlas.
No me gusta mucho mudarme pues implica muchos cambios. En este último tiempo por circunstancias ajenas a nosotros hemos tenido que mudarnos. Los dueños de las casas en donde alquilamos decidieron venderlas.
El hecho de tener que meter todo en cajas y salir para luego volver a ordenar tus cosas, tu vida, es estresante. Para nuestra sorpresa, la semana pasada nos contactó la dueña diciéndonos que tenía que vender la casa y que nos daba un tiempo para irnos. Inmediatamente me puse a buscar algo por la zona, pues nos gusta mucho, es una zona rural, tranquila y mi marido puede usar la parrilla que tanto le gusta, además de relajarnos con las vistas y disfrutar del aire puro. Hace unos días vimos una casa y me contacté con la inmobiliaria para verla, nos gustó y encima es en el mismo barrio en el que vivimos. Sólo es cuestión de mover las cosas un par de edificios.
Las mudanzas movilizan muchas cosas, pues te sacan de tu lugar, te hacen mover tus cosas, tus plantas, tu mascota. Y cuando llegas a la nueva casa, te encuentras con todo patas para arriba y en cajas. El tiempo para acomodar y reencontrarte en tu nuevo espacio es trabajoso y también puede ser estresante.
Mudar significa cambiar y los cambios cuestan, pueden ser dolorosos y largos en el tiempo.
Esta vez, he decidido no agobiarme ante esta nueva mudanza y tomarlo como un paso que tenemos que dar para estar en un lugar mejor.
El tiempo ayudará a que lo sintamos como nuestro hogar y disfrutemos de él. Estoy aprendiendo a no resistirme a los cambios y dejarme llevar sabiendo que Dios está detrás de esto y está dentro de Su plan para nuestras vidas.
Estos cambios implican una gran movilización. También es un tiempo para ver qué cosas hemos acumulado sin motivo y decidir regalarlas, donarlas o venderlas.
Mi filosofía de vida en estos últimos años es la de viajar con poco equipaje, pues la vida se hace más liviana y llevadera.
Es mi oración que, en este tiempo de mudanza, de cambio, pueda ver lo que necesito dejar para vivir más liviana, no solo de cosas, sino de emociones, cargas y situaciones que me hacen mal.
“Dios mío, ayúdame a transitar por este tiempo de cambios, sabiendo que estás en control y que todo resulta para bien”.