Hace unos meses, mi madre partió a la presencia del Señor de forma inesperada y traumática. A pesar de su avanzada edad, uno esperaba una muerte más “convencional”. Sin embargo, Dios, el gran guionista de nuestras vidas, decidió sorprendernos con un giro en la trama, lo que me lleva a reflexionar sobre un concepto presente en los evangelios y las cartas de los Apóstoles: la importancia de estar siempre preparados.
En Mateo 25, Jesús narra la parábola de las 10 jóvenes que esperan al novio. Mientras la mitad tenía sus lámparas listas, las otras no estaban preparadas y, al llegar el novio de sorpresa, se quedaron fuera de la fiesta. Jesús les advierte a sus discípulos: “Por eso, estén siempre alerta, porque no saben ni el día ni la hora en que yo volveré” (v.13).
Jesús vuelve a mencionar la importancia de estar siempre preparados en Mateo 26 cuando, cerca de su muerte, se siente muy triste, solo y angustiado. Les pide a sus discípulos que lo acompañen y les dice: “Estoy muy triste. Siento que me voy a morir. Quédense aquí conmigo y no se duerman”.
Mientras Jesús ora, al regresar los encuentra dormidos (o quizás entretenidos viendo Netflix, un partido, la cotización del dólar, el noticiero o trabajando mucho). A veces evitamos lo que debemos hacer con distracciones.
Entonces Jesús le dice a Pedro: “¿No pudieron quedarse despiertos conmigo ni siquiera una hora? No se duerman; oren para que puedan resistir la prueba que se acerca” (v. 36 al 41). Finalmente, Pedro en 2 Pedro 3:9 y 10 afirma: “No es que Dios sea lento para cumplir su promesa, como algunos piensan. Dios tiene paciencia con ustedes, porque no quiere que nadie muera, sino que todos vuelvan a obedecerle. Cuando el Señor Jesús regrese, vendrá como un ladrón que entra en una casa a robar”. Sin advertencias ni avisos previos.
¿Pero qué significa “estar preparados”?
Reduciendo mucho el evangelio, y recortando el contexto, en Mateo 22, Jesús responde a un religioso que le pregunta cuál es el mandamiento más importante: “Ama a tu Dios con todo lo que piensas y con todo lo que eres”, y “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Estos dos mandamientos son la base de toda la enseñanza de la Biblia (versículos 36 al 40).
Durante el servicio de despedida de mamá, recibimos muestras de cariño de quienes se acercaron a saludarnos espontáneamente. Además, se sumaron testimonios de personas que se sintieron bendecidas por su vida dedicada al servicio y la oración por otros, convirtiendo así la despedida en una celebración de su vida en lugar de centrarse en las causas de su muerte.
Y esto me llevó a mi segunda reflexión: ¿Cómo nos recordarán a nosotros? ¿De qué manera buscamos impactar positivamente la vida de los demás?
“Señor, que seamos positivos, amorosos, compasivos y constructivos en nuestros comentarios, siempre poniéndonos en el lugar del otro. Que estemos alerta y dispuestos a buscarte y servirte a Ti y a quienes nos rodean. Preparados, listos… ¡Y AHORA!”