¿Cuántas veces habremos visto en viejas veredas que fueron levantadas por las frondosas raíces de árboles añejos? Seguramente muchas. Y no deja de sorprender la fuerza con la que esas raíces se abren paso hasta salir a flote a pesar del cemento, las baldosas, el hormigón o lo que sea que quiera impedir que salga a la superficie. Sea cual fuere la consistencia del material, tarde o temprano la raíz hará lo suyo, romperá la vereda y ocupará lugar en la escena.
Esta imagen no hace más que fortalecer aquello que dijo Pablo mientras estaba en la cárcel y le escribía la carta a los filipenses. Lejos de estar apesadumbrado por la situación, Pablo le buscó el lado positivo al asunto y terminó reconociendo que haber caído en prisión fue más beneficioso para que el Mensaje del evangelio fuera esparcido.
Pablo era un predicador empedernido. No había lugar por donde pasase sin que enseñara sobre Jesús. Por supuesto, los perseguidores de los cristianos intentaban a toda costa impedir que el Mensaje fuese predicado. Pablo tuvo varios episodios en los que fue perseguido, apedreado -con intención de matarlo-, encarcelado. Pero de todas esas situaciones logró salir airoso y continuaba con su cruzada.
Cuando más parecía que la derrota estaba para firmarse en su contra, pasaba algo que daba vuelta los planes. En esta ocasión, estar preso significó que los guardiacárceles sintiesen curiosidad por un hombre que, a pesar de los azotes y el encarcelamiento, era capaz de cantar alabanzas a Dios. Oportunidad que Pablo no desperdició y sirvió para que llegara con el Mensaje a los carceleros y de allí se extendiera a tal punto que la mismísima guardia real escuchara acerca de Jesús. ¡Notable! Vaya uno a saber si alguna de las prédicas de Pablo hubiese sido escuchada por algún soldado que pasara por allí. En cambio, en medio del cautiverio, llegó a todos ellos en un solo movimiento.
Sí, como la raíz del árbol. No importa qué tan duro sea el piso, tarde o temprano, la raíz se va a mostrar, a pesar del “encarcelamiento” que un piso de cemento quisiera propinarle a la naturaleza. Por eso, no importa cuando nos veamos restringidos, perseguidos, burlados o lo que sea en detrimento de nuestra fe; de alguna manera Dios se las va a arreglar para que nuestras raíces salgan a flote y la vea todo el mundo.
“Señor Jesús, cuántas veces vemos que nuestras intenciones de hablar de ti se ven entorpecidas. Burlas, ninguneos, indiferencia… todo complota para amedrentarnos. Pero sabemos que todas esas situaciones serán el campo propicio para que tu Mensaje sea difundido. Fortalécenos para que ninguno de estos contratiempos nos haga retroceder en la Gran Comisión”.