Cuando mi hijo tenía diez u once años quiso hacer bombones y le aconsejé que primero se fijara de tener todo lo necesario. Conociendo su condición de impaciente imaginé que comenzaría sin tomar en cuenta mi consejo, pero lo dejé para que pueda aprender la importancia de planificar una actividad antes de comenzarla.
Al rato se acerca y me comenta que le faltaba chocolate para llenar un segundo molde. Le di dinero para que pueda ir hasta el almacén y comprar. Regresa con más chocolate, pero luego me dice: “No me alcanza el dulce de leche para el relleno de los dos moldes”. “Ok”, le contesté y le di nuevamente dinero para que pueda comprar lo que le faltaba. Cuando debía poner más cobertura para cerrar el bombón, el chocolate restante solo le alcanzó para un molde, por lo que ya molesto, quiso dejar todo y no terminarlos.
En ese momento le pedí que se siente y comenzamos a hablar, le pregunté qué hubiera pasado si me hubiese hecho caso, si hubiera calculado antes todo lo que necesitaba. Ahí se dio cuenta y reconoció que le hubiera sido más fácil y rápido terminar con su receta. Una actividad que sólo le llevaría una hora la terminó en tres por su falta de orden.
Organizar nuestro tiempo también es una inversión y un ahorro, porque podremos ser más productivos a corto plazo. Esto me recuerda el Proverbio 21:5: “Los pensamientos del diligente ciertamente tienden a la abundancia, más todo el que se apresura alocadamente de cierto va a la pobreza” (RV60).
Me gusta la expresión de la Nueva Traducción Viviente que dice: “Los planes bien pensados y el arduo trabajo llevan a la prosperidad, pero los atajos tomados a la carrera conducen a la pobreza” (NTV).
De aquí sacamos dos principios para organizarnos:
Pensar. Tenemos que tomar tiempo para pensar, planificar, organizar nuestro día. Escribir todas las actividades, compromisos, compras, las facturas que se vencen y todo aquello que nos toque administrar. Ponerle un tiempo a cada tarea para no tomar más de lo necesario. Por supuesto que puede haber imprevistos, pero si dejas un tiempo programado para eso, en caso de que todo salga bien, podrás tomar ese momento para un descanso.
Arduo trabajo. Tampoco sirve sólo planificar y tener hermosos cuadros de trabajos sino lo llevamos a la acción. Hay que proponerse cumplir con lo que nos proponemos. Como mujeres solemos tener muchas responsabilidades: la casa, la familia, el trabajo, la iglesia, el estudio y tantas otras actividades que forman parte de nuestra rutina, por eso es casi indispensable diría yo que aprendamos a organizar nuestro día a día. A mí me da resultado tener ese tiempo de planificación luego de nuestro devocional. Cuando buscamos la presencia de Dios y su guía nos será mucho más fácil poner cada actividad en su debido lugar.
Te aliento a que puedas empezar cuanto antes y no olvides también poner un tiempo de descanso y de intimidad con Dios.
“Señor, ayúdame a ser más ordenado en mi diario vivir. Que pueda iniciar mi día teniendo contacto contigo para poder planificar el resto del día. Pongo mi agenda en tus manos”.