El Apóstol Pablo no niega las circunstancias, la crisis, ni lo que sucede alrededor. Pero prefiere hace énfasis sobre permanecer enfocado. Asume el presente, pero mira para adelante.
La meta se aleja cuando sólo tengo en vista el pasado. Ninguna meta no se alcanza enfocados en lo que quedó atrás. Te extiendes a la meta, o eres una extensión del pasado. Cuando el Apóstol Pablo, estando en la cárcel, les escribió a los creyentes en Filipos, no atravesaba su mejor estado de salud, al punto que les confiesa “quisiera estar con Cristo, pero me quedo por amor a ustedes”. En otras palabras, predicaba con el ejemplo. Aunque preso en lo natural, la libertad en Cristo le permitía mirar para adelante. Es hacia adelante. Siempre.
Un síntoma que tu enfoque está en el pasado es amanecer, caminar y acostarte en angustia. El Rey David venía de históricas victorias, conquistas, fama, hoy equivalente a popularidad social. Pero su enfoque se vio en jaque cuando los amalecitas saquearon su ciudad y tomaron de rehenes a su familia, y a las familias de todos sus soldados.
1 Samuel 30: 6 lo relata: “Y David se angustió mucho, porque el pueblo hablaba de apedrearlo, pues todo el pueblo estaba en amargura de alma…”.
La amargura te desenfoca de seguir adelante, te resta fuerzas, olvidas por qué haces lo que un día te propusiste. Y lo primero que ves como enemigo es a quien está a tu lado. Por naturaleza el ser humano busca en quién excusarse, descargar de mala forma sus pesares, justificarse. Lamentablemente, muchas veces lo hace con quienes se sientan en su misma mesa. Pablo tenía de opción dejarse morir, enojarse con quienes no lo visitaban. David podría haber dividido las tropas, confrontar entre ellos, tal vez huir y dejar atrás su propósito. Tanto Pablo como David tenían un argumento sólido para seguir adelante y estar enfocados. El Dios que te llamó es el Dios que te sostuvo y te sostendrá. Donde las fuerzas se acaban y los plazos parecen agotarse, puedes enfocarte una vez más: en el mundo tendremos aflicción (adversidades que nos quieran desenfocar), pero confiemos, Jesús ya ha vencido al mundo (paráfrasis de Juan 16:33).
La historia de ese capítulo termina bien. “Pero David se fortaleció en Jehová su Dios”. (v. 6). Cada vez que Dios escribe un “pero”, la victoria viene de camino. David consultó a Dios, y el Señor le dijo: avanza, sigue adelante.
Sigue avanzando. El rey David recuperó a su familia y a las de los soldados. Si no seguía enfocado en avanzar, otro hubiese sido el desenlace. A veces podemos tener razón en abandonar, pero recordemos que no es con nuestras fuerzas.
“Señor, así como David y como Pablo, quiero tomar la decisión de decir ‘avanzo a lo que está delante, enfocado, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús para mi vida, para mi familia'”.