2 DE DICIEMBRE, DÍA INTERNACIONAL PARA LA ABOLICIÓN DE LA ESCLAVITUD
Dice el diccionario que un esclavo es una persona “que carece de libertad y derechos propios por estar sometido de manera absoluta a la voluntad y el dominio de otra persona que es su dueña y que puede comprarlo o venderlo como si fuera una mercancía”. Bueno, si estás pensando en los jugadores de fútbol no estás lejos, pero ellos se benefician de su propia venta, así que los vamos a dejar afuera de la definición.
Esclavitud, por definición, se opone a Libertad y según un informe de ACNUR hoy en día “La trata de personas, el matrimonio forzado, la esclavitud sexual y el trabajo infantil son las principales formas que adquiere la esclavitud en el siglo XXI, y afecta a la población más vulnerable del planeta”.
Según las estadísticas, aunque nos parezca lejano y ajeno, hay aproximadamente 28 millones de personas que realizan trabajo forzado / 22 millones de matrimonios forzados, dos tercios de los cuales son mujeres y las tres cuartas partes son niñas menores de 15 años. Existen aproximadamente 3 millones de niños que realizan trabajo esclavo, siendo la mitad de ellos víctimas de explotación sexual.
Ninguna esclavitud es “inocua”. Todas dejan secuelas en sus cuerpos, en su mente y en su espíritu. Sin embargo, muchos de quienes nos consideramos “libres” nos sometemos consciente o inconscientemente a pequeñas “esclavitudes”: esos vicios que no puedo dejar, esas rutinas que no benefician mi salud y que no decido cambiar, esa procrastinación de lo que sé que debería, quisiera o podría estar haciendo… ¿por qué? Si sabemos intelectualmente qué es lo que nos hace libres, decidimos poner nuestra “obediencia” en aquello que nos perjudica en el corto o el largo plazo.
Los esclavos de la antigua Roma eran individuos desprovistos de cualquier tipo de protección jurídica y estaban apenas por encima de los animales de carga, en muchos casos siendo tratados incluso peor que ellos. ¡Animales con más derechos que los seres humanos! ¿Te imaginas? ¡Claro! ¿Cómo no te lo vas a imaginar si hoy protegemos más a un perro de la calle que a un bebé en el vientre de su madre? Pero, eso sí, lo hacemos en nombre de la libertad.
¿Cómo se llega a ser esclavo? Volviendo a la antigua Roma o la antigua Grecia, uno podía llegar a ser esclavo de varias maneras, que parecen tener aún hoy cierta vigencia:
Por ser hijo de esclavos (es decir, que los padres les transmitían su condición, que hoy en día podríamos llamar “cultural”)
Por ser prisionero de guerra (como parte del botín de quien te conquista)
Por abandono de un niño (nunca quedan vacíos los roles y cuando no estamos atentos los malos son más rápidos que la iglesia)
Por condena judicial (pagando alguna deuda) o por venta (ya vimos las estadísticas)
Jesús les dijo a los judíos que habían creído en él: “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. ¡Pero los muchachos se ofendieron! “Le respondieron: Linaje de Abraham somos, y jamás hemos sido esclavos de nadie. Cómo dices tú: ¿Seréis libres?” ¡Claro, Jesús! Deberías saber que a nadie le gusta que cuestionen su libertad. “Jesús les respondió: os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado. Y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí queda para siempre”. (Es decir que lo peor que pueden hacer es negar, porque si no se reconocen pecadores, no pueden ser adoptados como hijos) -Paráfrasis del diálogo de Jesús en Juan 8: 31-35.
“¿No sabéis que, si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia?” Interviene Pablo hablándonos mientras les escribe a los Romanos 6:16.
¡Ah! ¿Es decir que soy esclavo de aquello a lo que obedezco? ¿Quiénes dictan entonces las leyes de tu vida? ¿Las redes sociales? ¿Las modas? ¿Tus amigos? ¿O el plan de Dios para tu vida? ¡Ah! ¡Claro! Para eso hay que preguntarle, todo lo otro “te lo dicen”.
Siempre obedecemos a algo o a alguien y eso puede hacernos entrar en dudas acerca de nuestra libertad. Ahí Pablo nos ayuda a pensar una vez más como conviene: “Porque el que en el Señor fue llamado siendo esclavo, liberto es del Señor; asimismo el que fue llamado siendo libre, esclavo es de Cristo” (1 Corintios 7:22).
Si todo lo que podemos elegir es a quién obedecer, podemos elegir a nuestro amo y nada mejor que un amo que me ame, tanto que es capaz de dar Su vida por mí y repetimos con Filemón (1:16) “no ya como esclavo, sino como más que esclavo, como hermano amado…”.
En el día internacional de la abolición de la esclavitud, el único que puede traernos verdadera abolición es Aquél que sometió su obediencia sin condiciones. Lo demás son sólo declaraciones de buenas intenciones que quedan disminuidas ante la verdadera libertad con que Jesús nos hace libres.
“Señor, reconozco que soy esclavo de aquellas cosas que no te agradan, y que tengo la necesidad de ser libre por medio de tu acto redentor. Que tu sacrificio no sea en vano y que pueda disfrutar de la libertad que nos diste en la cruz. Me doblego ante ti, quiero hacer tu voluntad, quiero ser tu esclavo porque sé que de esa manera podré ser verdaderamente libre”.