En dos oportunidades, el apóstol Pablo insta a la iglesia en Corinto a examinarse a sí mismos. Lo hace en contextos distintos, pero en ambas ocasiones se dirige a un mismo destinatario: una comunidad de fe.
En el primer caso lo hace refiriéndose a la cena del Señor, instituida por Jesús. Advierte acerca del peligro de participar de este acto de manera indigna. Acto seguido especifica: “Cada uno debería examinarse a sí mismo antes de comer el pan y beber de la copa” (1Corintios 11:28).
El segundo caso me resulta impactante, ya que les dice: “Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe” (2 Corintios 13:5). La versión NTV lo expresa de la siguiente manera: “Examínense para saber si su fe es genuina”. Digo que me resulta impactante ya que está dirigido a hombres y mujeres que habían creído, formaban parte de una comunidad de fe, y eran activos dentro de esa comunidad. Tanto la primera como la segunda carta lo dejan ver. Esto me lleva a pensar: ¿Puede alguien creer, ser parte de una comunidad de fe, ser activo dentro de esa estructura, y aun así no estar en la fe? ¿Puede alguien tener estas tres características y no tener una fe genuina?
El Rey David deja en claro en el Salmo 139 tres características de Dios: Él es omnipresente, es decir, está en todos lados de manera simultánea; es omnipotente, o sea que todo lo puede, no tiene límites y es omnisciente: todo lo sabe. Al ser consciente de estas tres realidades, termina el Salmo con una oración: “Examíname, oh, Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mi camino de perversidad, y guíame en el camino eterno” (Salmo 139:23-24). La NTV lo expresa del siguiente modo: “Examíname, oh, Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce los pensamientos que me inquietan. Señálame cualquier cosa en mí que te ofenda y guíame por el camino de la vida eterna”.
En el caso del Apóstol Pablo, él les sugiere a los corintios examinarse a ellos mismos, como un saludable ejercicio espiritual; pero en el caso del Rey David, él le pide al Señor que le examine, que conozca su corazón y pensamientos. La misma palabra de Dios lo describe como “un hombre conforme al corazón de Dios”, sin embargo, intuía que podía haber en él camino de perversidad, que podía haber en él cosas que ofendiesen a Dios. Increíble, ¿no?
Quiero desafiarte en este día, a realizar el saludable ejercicio espiritual que el apóstol Pablo sugiere a sus seguidores en Corinto, acompañado de la misma oración que el rey David elevó a Dios.
“Examíname, oh, Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce los pensamientos que me inquietan. Señálame cualquier cosa en mí que te ofenda y guíame por el camino de la vida eterna”.