Los discípulos habían estado pescando toda la noche, sin éxito. De repente, se acerca Jesús llamándolos “muchachos”. Más allá de la referencia a la canción que resonó tanto en Argentina durante el último mundial de fútbol, el término denota confianza, familiaridad. Otras versiones de la Biblia utilizan “hijitos” o “amigos”, expresiones que también dan cuenta de cercanía.
Y en ese momento, Jesús hace un milagro. A ellos, pescadores experimentados que podrían sentir el fracaso de no haber pescado nada, Jesús hizo que desbordaran sus redes. Pero después de ese gran milagro, Jesús los esperó para compartir algo pequeño y cotidiano como un desayuno.
Muchas veces podemos sentirnos como esos pescadores, frustrados porque las cosas no salieron como esperábamos y oramos pidiendo a Dios un milagro en alguna área de nuestra vida. Mientras el Señor obra, aunque no veamos a las redes desbordando de peces, podemos imaginarlo cerca nuestro, diciéndonos “muchachos, ¿desayunamos?” y compartir con él lo que tenemos en el corazón mientras nos tomamos un café o un mate.
“Señor, que en medio de la vorágine de cada día, mientras espero que en tu poder ocurra ‘lo grande’, no deje pasar la oportunidad de compartir en intimidad ‘lo pequeño’, como un desayuno”.