¿Cinco panes y dos peces son más que suficientes para alimentar a una multitud? Desde la perspectiva bíblica la respuesta es afirmativa.
El Evangelio de Juan nos relata en el capítulo 6 que las multitudes rodeaban el mar de Galilea para escuchar a Jesús. Debemos entender que Él enseñaba con autoridad y no como los religiosos de su época. Éstos decían, pero no hacían. El modelo que Jesús encarnaba era opuesto, y esto acaparaba la atención de la gente. Sumado a esto, debemos agregar que se acercaba la pascua, el momento en que el pueblo judío recordaba la liberación de la esclavitud de Egipto. Por este motivo, la multitud era grande: ¡estaban celebrando!
Cuando Jesús ve a la multitud, se acerca a Felipe y le pregunta dónde comprar comida. Recordemos que este discípulo era oriundo de esa región. No resultaría extraño que supiese dónde abastecerse de alimento. Sin embargo, observando la historia, sospecho que Jesús quiso probar también su fe. Felipe le contesta que aún con mucho dinero no podrían darle un poco de alimento a cada uno. De alguna manera le dijo al Señor: “No se puede hacer nada”.
La actitud de Andrés, otro de sus discípulos, fue distinta. Proveyó a Jesús una solución para el problema: un muchacho con pocos recursos. Fue consciente de la limitación, pero creyó en el fondo que Jesús aún con esos limitados recursos, podía hacer algo extraordinario.
Mandó al pueblo a recostarse, tomó los cinco panes y los dos peces en sus manos, los bendijo y los partió. De manera inmediata se produjo la multiplicación a través de la cual una multitud fue alimentada. ¡Demostró que cinco panes y dos peces eran más que suficientes!
El muchacho, cuyo nombre siquiera conocemos, descubrió que sus limitados recursos puestos en manos de Jesús podían bendecir a las multitudes. Descubrió que sus limitados recursos bendecidos por Jesús podían bendecir a todo aquel que estuviese a su lado. Descubrió que lo que menos interesaba eran sus recursos, sino en manos de quien los depositaba. En definitiva, fue consciente que poco importaba cuánto tenía, sino con qué bendición eso que tenía contaba.
Esta es la historia de un hombre con recursos materiales limitados, utilizado poderosamente por Dios para bendecir literalmente a las multitudes. Con cinco panes y dos peces se alimentaron cinco mil hombres sin contar las mujeres y los niños. Fueron saciados hasta el hartazgo y recogieron doce cestas llenas con lo que había sobrado.
Durante la década de los ’70, un joven líder de una iglesia de la Ciudad de Buenos Aires escuchó predicar a su pastor acerca del momento en el que el Señor llama a Moisés a liberar a su pueblo de la esclavitud de Egipto, en medio de una zarza que ardía, pero no se consumía. Una noche de aquella misma semana, tocó la puerta de la casa pastoral, y le confesó a su pastor que después de escuchar el mensaje del domingo, sospechaba que el Señor lo estaba llamando. Pero también confesó sentirse con recursos limitados para semejante llamado. Su pastor oró por él y acto seguido le pidió permiso para quedarse en el salón de jóvenes estudiando, ya que tenía un examen al día siguiente. Si aquella noche estudió o no, no lo sabemos. Sí podemos afirmar que compuso una canción/himno que cantamos en los ’70 y ’80.
Su coro dice:
“Señor nada tengo para darte
Solamente te ofrezco
Mi vida para que la uses tú
Señor hazme hoy un siervo útil
Que anuncie en mensaje
El mensaje de la cruz”
Alguien dijo: “En esto de darle a Dios, lo más importante no es cuánto le doy, sino con cuánto me quedo”.
¿Sabes por qué? Porque el Señor quiere simplemente todo. Recuerda que cinco panes y dos peces son más que suficientes.
“Señor, no confío en mis limitaciones, sino que con ella sé que puedes hacer maravillas”.