A diferencia de sus contemporáneos patriarcales que aparecen en la Biblia, Job sí tiene hijos y estos son presentados en cantidades perfectas: son siete varones (ver Rut 4:15; 1 Samuel 2:5) y tres hijas (sumando 10, significando: completo). A diferencia también de los otros patriarcas, puede que no sea descendiente de Abraham o (como viene de Uz, que tradicionalmente es conectada con Edom) es de un pueblo enemigo a los israelitas, descendiente de Esaú, el infame hermano de Jacob. Y, tal como los otros patriarcas, tiene mucho ganado, mucho, también presentados en representaciones de 10s (“siete mil ovejas, tres mil camellos” = 10,000; “quinientas yuntas y quinientas asnas” = 1000). La mayoría de las personas no les presta atención a esos asuntos estadísticos pero dentro de la narración tiene su importancia.
El pasaje no nos dice nada sobre la relación de los hijos de Job con Dios o sobre su integridad, sólo que les gustaba el “party”, y Job, como sacerdote de su casa (en su tiempo no había templos ni religión organizada) los mandaba a buscar y junto a ellos hacía sacrificios para santificarlos (ver Job 1:5 en la TLA). No hay oposición en los hijos de Job a este acto continuo de su padre. Esta fue una de las primeras cosas que llamó mi atención: muy pocas traducciones acentúan el hecho de que Job mandaba a buscar a sus hijos para santificarlos, y da la impresión de que el asunto se hacía a distancia como si ellos estaban de fiesta y su padre adoraba.
Los versículos 6-12 son importantes y, obviamente, saltan un montón de preguntas al leerlo. Entre ellas:
– ¿Hijos de Dios?
– ¿Satán entre ellos?
El Salmo 89:7 y otros pasajes como 1 Reyes 22:19-23, dan a entender que hay una especie de concilio que se reúne alrededor del Señor (1 Reyes incluso lo pone en la misma dirección de los capítulos 1 y 2 de Job, en donde se toma una especie de decisión en ese momento de “reunión de concilio”). Así que, el texto va con el pensamiento de la gente del Antiguo Testamento.
En cuanto a Satán (“ja satán” en el hebreo, literalmente: “el adversario”): los estudiosos del libro no se ponen de acuerdo en si este es el personaje que entendemos como Satanás, el príncipe de las tinieblas, o si es una especie de espíritu merodeador y acusador que está en presencia de Dios (vean por ejemplo 1 Samuel 16:14 en donde un espíritu “de parte de Dios” atormentaba a Saúl). Honestamente: podría ser cualquiera de los dos, aunque yo me inclino por el primero. Pero eso no nos deja sin hacernos más preguntas. Cualquier camino a tomar con respecto a la identidad de este personaje nos deja pensando.
Dios está muy orgulloso de Job, y es quien pone el tema, creo que sabe que “el Satán” le ha puesto los ojitos esos sucios que tiene y ha meneado su colita por ahí por donde vive Job. El reto de Satán: “Job te sirve porque lo tienes: bien… o sea: bien, bien”. La respuesta de Dios: “Eeeh… no lo creo, él me serviría de cualquier manera”.
Job, ajeno a todo esto, empieza a tener noticias de sus calamidades que, dentro de la narración, llegan en este orden: saqueo – catástrofe – saqueo – catástrofe; y en el idioma original cada una de estas tribulaciones va a acompañada del verbo “caer” (נָפַל en hebreo): “…cayeron los saqueos sobre las burras y bueyes, se las llevaron” (v. 15).
“…cayó fuego del cielo y consumió las ovejas” (v. 16).
“…los caldeos cayeron sobre los camellos y se los llevaron” (v. 17).
“…un tornado arrasó la casa donde tus hijos estaban de fiesta y la casa cayó sobre ellos” (v. 18-19).
Lo último en caer es Job, quien se levanta (וַיָּקָם, vayaqam), cae (וַיִּפֹּ֥ל, vayipol) a tierra (no sin antes rasgar sus vestiduras y raparse la cabeza) y grita: “Desnudo del vientre de mi madre he salido, y desnudo a mi entierro seré conducido. ¡Bendito sea el Señor! El dio. El quitó” (Job 1:21, traducción mía).
A mí me llama mucho la atención la forma en que la narrativa del capítulo está construida: el orden en la secuencia de las calamidades, el hecho de que estos fatales eventos suceden en el sentido inverso en que se presentan las bendiciones de Job al principio (compara Job 1:3-4 con Job 1:14-19), y las “cinco caídas” siendo la última la de Job, quien cae físicamente, pero sigue de pie en su interior: “Y en todo esto Job no pecó ni le atribuyó al Señor ninguna mala intención” (Job 1:22 RVC).
Eso es lo imitable, seguir de pie por dentro ¿Has probado eso? Dejar caer el cuerpo, pero seguir confiando, seguir luchando, esperando. Eso es algo que no sabemos hacer, porque nuestro bienestar integral (mente, espíritu, alma, cuerpo) está atado a lo que tenemos y a lo que pasamos. Todavía falta mucha tela por cortar de este libro y no sé cuándo terminemos, pero en lo poco que se ha avanzado podemos darnos cuenta de que “la construcción del hombre Job” hubo una seria conexión con su Creador. Él no sólo era dueño de una fabulosa riqueza material sino también de una grandiosa riqueza interna.