Hoy quiero hablarles de esas mujeres que Dios escogió, aquellas que por alguna razón o por algún propósito específico, Dios permitió que aparezcan en la Biblia. ¿Será que Él vio en ellas algo trascendental? ¿Será que Dios las eligió en ese tiempo para inspirarnos?
Una vez me explicaron la diferencia entre motivar e inspirar. La motivación requiere una razón externa que te lleva a hacer tal o cual cosa. Como la motivación es algo externo, para que genere alguna repercusión en nosotros la clave es no perder de vista ese motivo por el cual hacemos tal o cual cosa. En cambio, la inspiración requiere de algo que viene desde el interior. Y la repercusión es de adentro hacia afuera. Es decir, la inspiración impacta nuestro “ser” para llevarnos, de manera natural, a alcanzar ciertos propósitos de Dios.
Les propongo dejarse inspirar por ellas, por sus acciones y dichos. ¿Qué habrá visto Dios en cada una de estas mujeres? ¿Cómo eran sus conversaciones con Dios? ¿Nos atreveríamos a orar como cada una de ellas? Indaguemos juntos sobre las características de tres de esas tremendas mujeres que aparecen en la Biblia.
Comencemos con Rut. Hay algo en ella que nos habla sobre la lealtad. Su mirada de amor y su corazón compasivo hizo que tomara la decisión de acompañar a su suegra en la vejez. Su declaración desinteresada denota en ella una bondad inspiradora. “No me pidas que te deje, ni me ruegues que te abandone. Adonde tú vayas iré, y donde tú vivas viviré. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios” (Rut 1:16).
Continuemos con Ana. Su nombre significa “gracia”. Sin dudas, la fe de Ana nos atraviesa a todos. Ella tenía un deseo muy grande, un anhelo en su corazón. A pesar de que su realidad le indicaba otro panorama, ella desplegó su inmutable fe. Permaneció en oración y utilizó el clamor como su primer recurso a la hora de creer. Su vida nos inspira a ser constantes en oración. Sus conversaciones con Dios eran genuinas, honestas y determinadas en fe. “Dios poderoso, yo soy tu humilde servidora. ¡Mira lo triste que estoy! Date cuenta de lo mucho que sufro, no te olvides de mí. Si me das un hijo, yo lo entregaré para que te sirva sólo a ti todos los días de su vida” (1 Samuel 1:11).
Sigamos con Débora. ¡Mujer poderosa si las hay! En la definición de su nombre podemos encontrar algo curioso. Una característica que la representa: Débora significa “abeja”. Las abejas tienen una particularidad en su anatomía; físicamente es imposible que una abeja levante vuelo, ya que la contextura y tamaño de sus alas en relación al de su cuerpo es mucho más inferior, es decir, físicamente no podrían volar. Sin embargo, milagrosamente ellas levantan vuelo. Si Bien Débora no volaba, su vida levantó vuelo en su particular ímpetu de valentía. Débora era una mujer de espíritu independiente, diferente al resto. Ella era jueza, profetiza y valiente guerrera. Su vida inspiraba sabiduría y fortaleza, dos de sus características principales. Dios la usó para liberar a un pueblo que se encontraba afligido y derrotado. ¡Cómo nos inspira leer sus dichos y la manera declarativa que tenía al hablar! ¡Cómo se determinaba!: “¡Adelante, siempre adelante, marcharé con poder! ¡Dios mío, que sean destruidos tus enemigos, pero tus amigos brillen como el sol del mediodía!” (Jueces 5:21b. 31b).
En resumidas cuentas, podemos ver en ellas valentía, decisión, determinación, fe, paciencia, perseverancia, entrega, humildad y por sobre todo, dependencia total de Dios.
¿Te pusiste a pensar en estas mujeres y en la capacidad que tenían de tomar decisiones? ¿Qué querrá Dios enseñarnos a través de ellas? ¿Qué podemos aprender de sus historias o de sus acciones? ¿Cómo sus dichos y maneras de conversar con Dios pueden impactar nuestras vidas para impactar a otras vidas?
Que el Señor nos dé esa mirada compasiva y llena de amor como la que le diste a Rut. Que nos ayude a tener la fe de Ana, aun cuando todo indique lo contrario y que nos dé el empuje de Débora para transitar nuestras batallas con una mirada de victoria.
Excelente de gran bendición