Hace unos días tuve la posibilidad de cumplir un viejo sueño: conocer el museo del Dr. Billy Graham en la ciudad de Charlotte, Carolina del Norte, en los Estados Unidos. El día anterior había visitado el centro de entrenamiento que la asociación evangelística Billy Graham posee en Ashville, Carolina del Norte. Este es un predio soñado por Billy y su esposa Ruth, para retiros y entrenamiento de obreros y líderes. Si este lugar me impactó, el segundo me conmovió especialmente.
A lo largo de una hora y media, el museo recorre toda su historia de vida, desde la influencia de sus padres, pasando por su niñez, una juventud poco apasionada por el evangelio hasta el momento en que un amigo cercano le invita a una campaña donde de manera simultánea entrega su vida al Señor y se consagra a servirlo como predicador del evangelio. Desde allí su capacitación en un colegio bíblico, donde conoce a su esposa Ruth, su único pastorado en una pequeña congregación de Illinois, y luego su unión a Juventud para Cristo como predicador itinerante.
Su primera campaña la llevó a cabo en una gran carpa en la ciudad de Los Ángeles, y es a partir de ese momento que cobra notoriedad. Una notoriedad, y no es éste un dato menor, que no sólo se deja ver en el ámbito cristiano, sino también en el secular. Fue llamado el Pastor de América, por su cercanía y su acompañamiento a los distintos presidentes del mundo, especialmente los estadounidenses. Su presencia en los medios de comunicación eran una constante: no sólo con sus propios programas, sino como invitado a los más populares programas de televisión de su tiempo. En uno de ellos, el que más me impactó, era entrevistado por el actor y cineasta Woody Allen, en el cual le explicaba qué ordenaba la Biblia acerca de las distintas cuestiones de la vida. Cabe destacar la amabilidad con la que respondía, que no estaba carente de las más profundas convicciones espirituales.
Su prolífica tarea como escritor no es menor, ha bendecido a multitudes a través de sus escritos. Sus colaboradores han permanecido a su lado durante décadas y cabe mencionar a dos de ellos: George Beverly Shea, el cantante de sus campañas y prolífico compositor y Cliff Barrows, su director de coro y de canto congregacional. Todos ellos fueron muy longevos, y al fallecer, hace no mucho tiempo, fueron enterrados en el predio del museo al igual que el Dr. Graham y su esposa. Su familia también fue clave: el apoyo incondicional de su esposa criando a sus cinco hijos, mientras él realizaba sus extensos viajes dan cuenta de ello. Los cinco sirven al Señor en la actualidad, y el cuarto está al frente de la organización.
A lo largo del recorrido, pude observar multitudes escuchando el mensaje del evangelio, en los puntos más distantes del mapa. Allí vino a mi mente la pregunta que Billy Graham le haría al Señor el día que llegase al cielo, cosa que ocurrió en febrero de 2018, y que él comparte en su autobiografía “Tal como soy”, publicada algunos años atrás: “¿Por qué permitiste que un simple granjero de Carolina del Norte llegase con el mensaje del Evangelio a las multitudes de todo el mundo?”
Entiendo que la respuesta es simple y profunda a la vez: Dios es soberano, y en su soberanía escogió a este hombre para que el mundo entero sepa acerca de Él, a través de un mensaje sencillo y profundo a la vez. En la proyección final aparece la pregunta que una y otra vez él hacía al terminar sus mensajes: “La gran pregunta es ¿estás listo para encontrarte con Dios?” Al abrirse la puerta del pequeño cine y así terminar el recorrido, un grupo de voluntarios salió al mi encuentro haciéndome la misma pregunta y ofreciéndose a orar por mí. La tarea evangelizadora de este gran siervo no terminó con él, continúa de la mano de su organización, sus colaboradores y los voluntarios. Dificilmente vaya a olvidar ese día, donde junto a mi esposa y mi hijo fuimos motivados a hablar del Señor a otros, al servicio, a la coherencia, a la humildad y a tantas otras cualidades que deben caracterizar la vida de cualquier cristiano, y caracterizó la vida del Dr. Graham.