El alpinista profesional, histórico, guatemalteco, Jaime Viñals, quien logró conquistar los montes más altos del mundo, entre ellos el Everest, cuenta en sus anécdotas que cuando iban en ascenso en una de sus conquistas de los montes, encontraron los cuerpos congelados de muchos de los alpinistas que intentaron subir. Esto se debe a que todos, aunque necesitan tomar descanso, no pueden hacerlo por más de 10 minutos, de lo contrario, se quedarían dormidos y posteriormente congelados y morir. Lo más difícil no era subir, sino tomar descansos y luego reincorporarse.
El escrito a los Hebreos nos habla de la nube de testigos, héroes de la fe que tuvieron conquistas, algunos murieron antes de conquistar, pero algo tuvieron en común, que mantuvieron la fe y corrieron la carrera que cada uno tuvo por delante.
Despojarse del peso
Un corredor siempre correrá en la pista o en la maratón con los zapatos más livianos, la ropa adecuada y por supuesto, no llevará nada con él que le impida correr con más facilidad. El peso no es necesariamente lo malo en nuestras vidas, pero hay cosas que pueden llevarnos al pecado, al enfriamiento, a correr la carrera con más lentitud- Por ello en la iglesia, no todos van al mismo ritmo, esto es porque muchos permiten en sus vidas cargas incorrectas, como malos hábitos, amistades incorrectas, mala administración del tiempo, falta de prioridades y orden en sus vidas, no son generosos, etc. Los pesos en nuestra vida nos hacen tropezar.
El pecado que asedia
Esto se refiere a cada intento de fallarle a Dios. Jehová dijo a Caín: “El pecado está a la puerta”. El pecado le estaba asediando, es decir, acosando o provocando. Hay muchos factores en nuestras vidas que hacen que el pecado nos asedie: la falta de comunión con Dios en todas las direcciones, el congregarse, el crecer espiritualmente, el buscar a Dios en lo individual y personal, el dejarse influir por el mundo (amistades). Pero cuando entra la duda, la falta de fe, podemos llegar a pecar hasta sin la intención de hacerlo. Es cuando nos tomamos los descansos que nos pueden congelar.
Es necesario correr
No quedarnos allí, sino avanzar, sabemos que no vamos solos, que el Señor está con nosotros. Tenemos una meta y es llegar a ver cara a cara el rostro de Cristo, por ello menciona el verso 2, “puestos los ojos en Jesús”. Esa debe ser nuestra meta, mientras damos fruto, mientras servimos, mientras nuestra vida va en crecimiento, mientras vemos su misericordia.
Es una carrera larga
Esta durará toda la vida, cuando la Palabra habla de paciencia, es que se requiere de este fruto del Espíritu Santo para poder cada paso, porque cada paso cuenta. No podemos dejar de darlos. Congregarse, participar, comprometerse, ser parte, convertirse en líder, servir, hacer evangelismo, etc., crecer, crecer y crecer. Pero, sobre todo, los pasos más leves que no se ven, la oración, la consagración a Dios, escudriñar la Palabra, interceder, ayunar, vivir vidas de santidad. Todo esto requiere paciencia.
“Quiero despojarme de todo el peso y del pecado que me asedia. Dame esa paciencia para poder soportar todo lo que se interpone para poder crecer, correr y llegar. Sé que es una carrera quizá lenta; dame constancia, paciencia, perseverancia. Hoy determino ser constante y no fluctuante, a seguir y ser perseverante, a vencer las cargas que llevo”.