Según Jesús, el corazón realmente importa. Se refiere a quien habla conforme a sus inclinaciones o afectos. La palabra, por tanto, revela sus sentimientos o intenciones.
Cuando empecé a orar y pensar en este tema, tenía muchas cosas en la cabeza porque es muy amplio. A la vez puede ser mal interpretado o volverse una linda frase que podemos introducir en nuestra boca y que nos puede hacer sonar súper espirituales aun cuando su significado esté lejos de formar parte de nuestro carácter.
Últimamente veo en las redes sociales cómo se usa la frase “doble moral” normalmente cuando alguien es acusado de hacer lo mismo que critica. Me quedé pensando en esto cuando leí el Salmo 119:80: “Sea íntegro mi corazón en Tus estatutos, para que yo no sea avergonzado”. Reflexionemos juntos qué es la integridad y por qué debe caracterizarnos como cristianos.
La integridad se define como “entero, completo, que no falta ninguna de sus partes. Sin ninguna división en su interior. Correcto e incorruptible”. El Diccionario de la Lengua Española lo define como: “Calidad de íntegro. Entereza moral”. Dentro de la Teología, a la falta de integridad se le llama iniquidad, es decir, que dicha palabra puede conllevar la idea de injusticia, fracaso en el cumplimiento del estándar de rectitud o falta de integridad. En otras palabras, pecado. ¡Wow! ¿Entonces quiere decir que la falta de integridad en mi vida puede traducirse como pecado? Sí, es correcto.
En la Biblia aparecen referencias a la integridad en un poco más de 30 ocasiones, y la palabra “íntegros” alrededor de 15 veces. Es decir, es lo que se espera de nosotros. Integridad es ser igual en todas partes. Ahora pensemos: Ser íntegro es elegir lo que Dios dice que es correcto, aunque nadie nos vea y cuando la decisión no es fácil. Dios no nos obliga a vivir con integridad, pero, cuando entendemos el beneficio y la tranquilidad que da, solos elegimos serlo. Mi abuela decía que la almohada más cómoda es acostarse y apoyar la cabeza sabiendo que hicimos lo mejor. Es lo que Dios espera de nosotros, y nosotros que lo amamos queremos vivir conforme a sus preceptos.
Vivimos en un mundo donde “el que no llora no mama y el que no afana es un gil” (popular tango argentino compuesto por Enrique Santos Discépolo en 1934). Para quienes no están familiarizados con estos vocablos tan argentinos, significa que la pasa bien el que pide y no trabaja, el que miente para conseguir algo o se queda con lo que no le pertenece. Estamos llamados a ser ese tipo de gente que desafíe estos mandatos y así mostrar quiénes somos y hacia donde vamos. Creemos que cuando nos manejamos con los valores del cielo algo tremendo sucede a favor de un pueblo, una familia o una nación. ¿Es fácil? No y si lo hacemos desde nuestras opiniones, menos, en especial ante alguna injusticia.
Lucas 6:35, 36 dice: “Ustedes, por el contrario, amen a sus enemigos, háganles bien y denles prestado sin esperar nada a cambio. Así tendrán una gran recompensa y serán hijos del Altísimo, porque Él es bondadoso con los ingratos y malvados. Sean compasivos, así como su Padre es compasivo”.
¡Qué lío! ¿No? Si Jesús pidió al padre que perdonara a los que lo crucificaron, le dio comida a gente que sabía que le daría la espalda y nos perdonó a nosotros que somos súper imperfectos, ¿cómo no lo voy a hacer yo con la persona que me hace pedir una cuota extra de paciencia? El secreto para lograrlo es quedarme pegada al Maestro.
Jesús te elige todos los días para que seas su discípulo, para que seas en todo un imitador Suyo. Este es nuestro desafío. ¿Estás dispuesto? Es mi oración y deseo que puedas mostrar todo lo bueno que Jesús ya puso en ti. 1 Pedro 2:15, 16: “Porque esta es la voluntad de Dios: que, haciendo bien, hagáis callar la ignorancia de los hombres insensatos; como libres, pero no como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo, sino como siervos de Dios”.
“Señor, ayúdame a hacer tu voluntad, para callar la insensatez de los malos con mi ejemplo. Te necesito cada día para ser íntegro, para que mis dichos concuerden con mis hechos”.