El pasado domingo 25 de junio, Zaman Saheb, líder cristiano de 42 años, que ya había cumplido aproximadamente cinco años de prisión, descubrió que el perdón ofrecido en febrero de este año por las autoridades iraníes era parcial y se refería a la excarcelación, pero no a la condena a flagelación y exilio.
Él había viajado desde su ciudad natal de Rasht, en el norte de Irán, hasta la capital, Teherán, para regularizar la escritura de la casa que se utilizó para pagar su fianza mientras estaba en prisión. Sin embargo, cuando fue a recuperar la propiedad, las autoridades le dijeron que no había cumplido toda su condena.
Saheb recibió 50 latigazos y cumplirá dos años de exilio en la ciudad de Nehbadan (al sureste de Teherán). Su esposa, Marjan, le esperaba fuera del edificio sin saber que estaba siendo azotado.
El cristiano fue condenado por dirigir una iglesia doméstica para cristianos de origen musulmán como él, lo que se consideró “difusión de propaganda contra el régimen”. Fue trasladado a la ciudad de Nehbadan, cerca de la frontera con Afganistán, donde permanecerá exiliado.
Marjan se ocupará sola de la tienda de víveres que ella y Saheb abrieron poco después de su excarcelación en febrero, y de las dos hijas de la pareja. Ella se prepara para volver a estar lejos de su marido.
Su amigo y compañero de ministerio, el pastor Yousef Nadarkhani, que fue detenido al mismo tiempo que Saheb, también fue azotado al salir de la cárcel y sometido a dos años de exilio en Nikshar, a más de 720 kilómetros de Nehbandan, ciudades situadas en las dos provincias más pobres de Irán, donde es difícil encontrar trabajo.
Es habitual que los juicios a cristianos en Irán se produzcan de forma irregular e incluso después de salir de prisión se enfrentan a nuevas condenas.
Los cristianos iraníes son a menudo víctimas de detenciones arbitrarias, sin un juicio justo y sin cubrir sus necesidades básicas, como medicinas. Todo por causa de su fe en Jesús.
Fuente: Puertas Abiertas.