En el Salmo 25 podemos ver un rey siendo sincero con Dios, mostrando su necesidad y dependencia de Él. Siendo David un rey pedía sabiduría y guía al Padre en su camino, y esto debe ser de ejemplo para nosotros y hacer nuestra esta oración. David en medio de las angustias y aflicciones que estaba pasando clama a Dios que en su misericordia y amor lo guarde de sus enemigos para no ser él avergonzado. También confiesa sus pecados y se arrepiente no dejando de confiar en Dios, quien, por su bondad y su gran amor, perdona los pecados, y es amigo de los que le temen: “El Señor es amigo de los que le temen; a ellos les enseña su pacto” (Salmos 25:14).
David sabía que Dios le enseña a los pecadores el camino, que guía en la justicia a los humildes y les enseña, y a quienes le temen le enseña el camino que deben elegir (Salmos 25:8b, 9, 12), por esto en medio de la espera, con la fe y esperanza puesta en Aquel Dios Verdadero, el Dios de su salvación, ora pidiéndole: “muéstrame tus caminos, enséñame tus sendas, encamíname (guíame) en tu verdad, y enséñame” (versículos 4 y 5), porque “ciertamente ninguno de cuantos esperan, confían, en El Señor será jamás confundido, avergonzado” (versículo 3).
Jesús dijo en Juan 14:6 “Yo soy el Camino, y la Verdad, y la Vida”, y también cuando Él oró por sus discípulos dijo “Santifícalos en la verdad; tu palabra es la verdad”. (Juan 17:17). Por eso nosotros, sabiendo y confiando en Cristo y en su Palabra debemos también pedirle a Aquel quien nos ama eternamente, quien nos perdona por su bondad al arrepentirnos, quien guarda nuestra alma y libra de todo mal, a Aquel que nos regala Salvación por medio de su Hijo en la cruz, que nos muestre cada día su Camino, que nos enseñe cada día cómo caminar por sus sendas, que nos encamine, nos guíe, en su Verdad siempre y nos enseñe a través de su Espíritu Santo en su Palabra.
Seamos humildes ante Dios reconociendo que nada somos sin Él y que lo necesitamos siempre en todo momento en nuestra vida como nuestro Padre y Maestro.
“¡Padre Celestial te agradezco por esa salvación en Cristo Jesús que nos has dado, y en Su Bendito Nombre reconozco mis pecados y te pido tu perdón porque muchas veces en nuestra autosuficiencia nos olvidamos de que eres Tú quien nos corrige y nos enseña para nuestro bien! ¡Gracias por tu gracia, porque nos muestras tu misericordia al enseñarnos y guiarnos con tu Palabra a través de tu Espíritu Santo!”