El famoso científico Albert Einstein afirmó: “Si tuviera una hora para resolver un problema, dedicaría 55 minutos a definir bien el problema, y los restantes 5 a encontrarle una solución”.
Esta afirmación me lleva a hacerme 2 preguntas:
1. ¿Estoy detectando mis problemas?
2. ¿Estoy detectando la manera de solucionarlos?
Frente a estas dos preguntas, observo 3 maneras distintas en las que el ser humano enfrenta sus problemas, con el objetivo de encontrar una solución.
1. Guardándose el problema, sin compartirlo con nadie.
Si tomas esta primera postura, te llamarían introvertido; y si te preguntasen cómo estás, responderías: ¡está todo bien!
Alguien alguna vez dijo: “La solución a nuestros problemas la encontramos hablando sobre ellos, nunca guardándolos para que se pudran en nuestro interior”.
La consecuencia de esta primera manera de enfrentar los problemas es que el problema no se habrá resuelto, porque nadie soluciona problemas escondiéndolos.
2. Hacer público el problema, disfrutando en muchos casos, de sentirme víctima al divulgarlo.
Si tomo esta segunda actitud, me llamarían extrovertido, y si me preguntan cómo estoy, contestaría: ¡está todo mal!
Alguien dijo: “Usted no puede evitar que los problemas golpeen a su puerta, pero no hay necesidad de ofrecerles una silla”.
La consecuencia de esta segunda manera de enfrentar los problemas es que el problema no se habrá solucionado, ya que nadie soluciona problemas haciéndolos públicos y mucho menos sintiéndose víctimas de ellos.
3. Contarle el problema al único que puede darle solución: Dios.
Jesús mismo nos invita a hacerlo en Mateo: 11:28-30. “Vengan a mí todos los que están trabajados y cargados, que yo los haré descansar”. Él estaba diciendo: “Vengan a mí todos los que estén abrumados bajo vuestras cargas”.
Para el judío ortodoxo la religión era sinónimo de carga. Jesús describió a los religiosos de esta manera: “Atan cargas pesadas y difíciles de llevar y las ponen sobre los hombros de los hombres”. La religión judía estaba compuesta por reglas y normas interminables que debían cumplir: 613 mandamientos del Antiguo Testamento más las tradiciones humanas impuestas por los mismos religiosos. El lema era: “No hagas”.
En contraposición a esto, Jesús les dice: “Ven si estás trabajado y cargado no sólo por los problemas de la vida, sino también por tu deseo de cumplir con un ritual religioso carente de sentido, que yo te voy a hacer descansar”.
Pero sigue diciendo: “Lleven mi yugo sobre ustedes y van a hallar descanso para vuestras almas”.
Jesús cita aquí un yugo: un marco de madera que unía a dos animales, generalmente bueyes, con su respectiva carga.
Él estaba diciendo: “Mi yugo es fácil”, “Mi yugo es adecuado”, “Mi yugo se ajusta a tu necesidad”, “Mi yugo se adapta tan bien a ti, tan bien a tu necesidad, que la carga se vuelve más ligera, se vuelve liviana”.
¿Por qué seguir cargando con nuestros problemas, si Dios puede hacerlo por nosotros?
“Vengan”: es una invitación.
“Vengan a mí”: es una invitación de parte de Jesús.
“Vengan a mi todos”: es una invitación de parte de Jesús sin acepción de personas.
¿Por qué rechazar esta invitación si está al alcance de nuestra mano?
“Jesús, vengo a ti con mis cargas, mis problemas, mis necesidades, sabiendo que tu yugo es ligero y hará que esa carga no sea un peso sobre mis espaldas”.