El apóstol Pablo afirmó que aprendió a vivir contento en toda situación. Él podía sentir paz hasta cuando estaba preso. Pero esa no es una reacción natural en la mayoría de las personas. Cuando recibimos un aumento de sueldo o progresamos en algo, reaccionamos bien. Pero cuando perdemos el trabajo o surgen dificultades inesperadas, reaccionamos con tristeza, preocupación, y nos sentimos derrotados. Pablo declaró que había aprendido el secreto de estar contento, sea la circunstancia que viva, ya fuera agradable o dolorosa, él descubrió la manera de encontrar paz y gozo. “Cristo me da fuerzas para enfrentarme a toda clase de situaciones” (Filipenses 4:13).
El principal objetivo de Pablo siempre fue agradar a Dios. El tener libertad para predicar el evangelio, enseñar en las iglesias, mantener comunión con los hermanos en la fe, y la posibilidad de obtener un mínimo bienestar físico. Pero, aunque los deseos del apóstol se realizarán o no, él continuaba dispuesto a servir al Señor.
Cuando nuestro corazón entiende que Dios es bueno, podemos estar seguros de que todo lo que viene de Él es bueno. La bondad de Dios no es igual que la bondad humana. El ser humano cree que bueno es lo placentero, lo que gusta, lo que disfruta. La bondad de Dios no busca tu placer o tu comodidad, él busca tu bienestar. Tenemos que aprender a diferenciar en lo que se siente bien y lo que te hace bien.
No siempre la voluntad de Dios se siente bien, pero te hace bien. En verdad Él promete darnos todo lo que necesitamos.
“Padre, ayúdanos a confiar cada día en ti, a descansar en tu amor en cualquier circunstancia que nos toque estar viviendo. Creemos que tus nos darás las fuerzas necesarias para poder enfrentar toda situación y que suplirás toda necesidad, en el nombre de Jesús”.