¿Quién no ha tenido compañeros insidiosos, que en todo momento buscan conflictos y nos arman líos sin que los busquemos? Todos enfrentamos situaciones así. Son inevitables. Ese tipo de personas, conflictivas, abundan.
¿Qué hacer? ¿Rechazarlas? En nuestra posición como cristianos no está bien, porque también por ellos murió el Señor Jesús en la cruz.
Ahora, sus corazones no dan amor, pero tampoco lo reciben. Por esa razón, aun cuando usted se acerque en los mejores términos, siempre le rechazarán. Es algo que ni usted ni yo podemos cambiar. Solamente Dios. Es el único que transforma a las personas, por Su infinita gracia (1 Samuel 10: 9; Jeremías 24: 7).
¿Cómo asumir entonces esta conflictividad? Aunque nos parezca contradictorio, lo aconsejable y de acuerdo con las Escrituras, es orar por estas personas (Mateo 5:43-48). Y, por supuesto, a pesar de que nos resulte difícil de aceptar, debemos amar a esas personas. Por ellas se sacrificó Jesús en el Gólgota.
De la mano con amar y orar por quienes consideramos difíciles en el trato, está el no procurar vengarnos. Dios es un Dios justo. Él es quien obra en cada una de sus criaturas y lo que hace, en el tiempo oportuno, es lo más apropiado.
Ahora, tras considerar el asunto, le animamos a pensar y apropiarse de la gracia del Padre. Por su infinita misericordia, Él perdona nuestros pecados en respuesta a un sincero arrepentimiento. Ábrale las puertas de su corazón a Jesucristo. Hoy es el día para hacerlo.
“Amado Dios, gracias por tu amor infinito que perdona nuestros pecados y nos abre las puertas a una nueva vida. Dame la sabiduría, el amor y la comprensión necesarias para tratar con las personas conflictivas. Deseo hacer tu voluntad”.