Si bien este pasaje habla al final de lo importante que es para el Señor salvar un alma, quiero mostrarte una situación que sucede en nosotros con los versículos 8 y 9. Nunca nos vamos a sentirnos completos si perdemos lo que nos hace felices. Las situaciones vividas nos empujan a correr, a estar todo el día más allá de la fe, a tener afán por cosas que queremos recuperar. Muchos perdimos relaciones, amistades, y hasta buenos momentos, a causa del trajín de la vida.
Tantas actividades, tantos problemas, tantas cuestiones personales nos hacen perder de vista muchas cosas. Lo mismo sucede con la vida espiritual. Se empieza a desordenar, empieza a tapar lo importante de mantenerla sana y ordenada para recuperar la moneda más valiosa que tenemos. Esa moneda es la relación con nuestro Creador. Es esa sensación de satisfacción que sentimos cuando nos conectamos con Jesús.
Es esa plenitud que viene cuando nos relacionamos con su Presencia. Es tan importante acomodar y limpiar nuestro interior para ponernos en órbita con el Padre Eterno, como lo es tener ese tesoro tan preciado de su persona activa en nosotros.
Cuando recuperamos eso, recuperamos el sentido. Recuperamos la confianza, afianzando nuestra fe, podemos volver a soñar y a tener proyectos imposibles en lo natural, pero posibles en Dios. El secreto está en parar, limpiar y ordenar. Tomarnos ese momento para buscar en nuestro interior ese impulso, esa pasión que nos mantiene vivos y firmes. Dice que esta mujer acomodó, limpió y encontró. Acomodar es poner prioridades, empezar a diseñar una forma de establecer pautas y escalonar las cuestiones que esconden y tapan nuestro tiempo con El Abba.
Limpiar es tan importante como acomodar. Limpiar es soltar, es despejar espacios ganados por los traumas, las crisis, los fracasos y los miedos. Es barrer aquello que nos condiciona. Un pecado, un hábito, una manera de pensar y actuar. Y por último encontrar. Encontrarnos con nosotros y exponer nuestro mayor tesoro. Empezar a transitar una vida cuidando y administrando esa valiosa moneda que Yeshua nos entregó y que es la salvación (con todo lo que ella implica).
Esa salvación aumenta las posibilidades de tener una vida espiritual genuinamente sana y próspera en todas las áreas. Hoy es un buen día para entrar a nuestro cuarto y empezar a ordenar, barrer y recuperar.
“Abba Padre, que podamos periódicamente acomodar, limpiar y encontrar nuestro corazón en ti. Tú eres nuestro mayor tesoro, que jamás nuestros ojos se aparten de ti y vivamos para darte honor y gloria, en el Nombre de Jesús”.