Pero ¡un momento! Tú puedes decir: “No me siento muy justo, ni muy santo, ni muy fiel, ni siempre vivo en triunfo, ni me siento completo”. Es cierto. No te ves de esa manera, pero Dios sí te ve de esa manera.
¿Por qué? Porque estás en Cristo. Esa es tu posición. Esa es la realidad desde la perspectiva de Dios. Cuando Dios te contempla, no ve tus imperfecciones, no ve tu pecado, ni tu falta de plenitud.
Dios ve a Cristo. Dios “llama a las cosas que no son, como si fueran” (Romanos 4:17). “Porque como él es, así somos nosotros en este mundo” (1 Juan 4:17). Así que entendemos que estar “en Cristo” significa estar en una posición aún más que donde él está, nosotros estamos en Él; lo que él es, nosotros somos. Significa ser revestidos de Cristo.
Entonces, la pregunta es: ¿cómo transitamos de lo que somos a lo que seremos? ¿Cómo nos convertimos en seres santos? ¿Cómo llegamos a sentarnos con Cristo en los lugares celestiales?
Estar “en Cristo” (ser este nuevo hombre) también implica mantener una relación viva y significativa con Él. No es solo una posición que alcanzamos por medio de la fe en Cristo, sino en una relación con Él.
Esa es la manera de llegar a ser lo que Dios ve en nosotros, es caminar con Cristo, vivir con Cristo, tener comunión con Cristo. Esa posición se desarrolla en la medida que mantenemos esta relación con Cristo, crecemos para cumplir las expectativas de Dios.
En las armas de la luz, contemplamos el hecho de estar vestidos de Cristo, tejidos con la más pura justicia y adornados con la autoridad divina. Como se nos dice en Isaías 61:10, “Me vestirá con vestiduras de salvación, me envolverá con el manto de la justicia”.
La autoridad de Cristo se manifiesta en Mateo 28:18, cuando Él mismo declaró: “Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra”. Entonces, cuando nos revestimos con su justicia y nos sometemos a su autoridad, encontramos fuerza y dirección en nuestro camino espiritual.
Que, al estar vestidos de Cristo, amado, caminemos con integridad y ejerzamos nuestra autoridad espiritual con humildad y amor, sabiendo que somos instrumentos de su gracia y justicia en este mundo.
Que su vestidura de justicia y autoridad sea nuestro refugio y guía en cada paso que demos, ya que en Cristo fuimos bautizados y estamos posicionados en una nueva plataforma de unidad con Él (y actuando con poder y autoridad desde los lugares celestiales).
“Abba Padre, el apóstol Pablo oraba para un espíritu de sabiduría y revelación viniera sobre nosotros para que te conozcamos más, sabemos que si en algo podemos poner nuestra confianza es en conocerte y agradarte. Abre nuestro entendimiento para comprender cuál es nuestra verdadera posición para ya no saber de teoría sino por esa iluminación divina que somos tus hijos, y estamos en un lugar de gobierno junto a ti”.