¿Cuántas veces has dicho “quiero ser útil en la obra de Dios, pero el trabajo me quita el tiempo”? Si es así, creo que estás en el lugar indicado. Y al decir lugar, no me refiero solamente a estar leyendo este escrito, sino que tu trabajo es el sitio indicado para servir a Dios en el siglo XXI. Pero antes de entrar a esto quisiera recalcar que no debe existir en nuestra mente la idea de “vida secular y vida cristiana”, me refiero a no dividir nuestras responsabilidades sociales y laborales con las responsabilidades espirituales y cristianas. ¿Por qué? Simplemente porque no somos dos personas, sino uno, y esa manera de pensar podría hacernos fallar. Dividir mi vida en “mi vida cristiana y mi vida secular”, lo único que podría provocar es la posibilidad de ser infiel a Dios. Puesto que una está más relacionada con lo espiritual, mientras que la otra a lo secular.
Si consideramos que nosotros somos la luz del mundo; nótese que habla de una luz en el mundo. Es decir, donde quiera que te encuentres debes ser luz.
Hace poco tuve la oportunidad de escuchar una ponencia sobre lo importante del trabajo para el evangelismo. Y decían algo muy interesante: “En el trabajo, es el mejor lugar para hacer misiones, para predicar el evangelio”. Llamó mucho mi atención, puesto que creemos que el trabajo es ajeno a Dios, y quizá el ambiente laboral no sea nada cristiano, pero tú sí lo eres; y eres luz. Eres enviado a predicar a los perdidos, a iluminar el camino de los que no pueden verlo.
Ahora te pregunto, ¿a cuántos en tu trabajo has predicado de Cristo? Tú, que tienes un trabajo en una empresa, maquiladora, oficinista, etc. tienes uno de los más grandes beneficios para el evangelismo. Estás cerca de la necesidad, pero no sólo eso, tienes la cercanía con las personas, la simpatía en muchos casos y es mucho más probable que te escuchen a ti, que a un hombre que no conocen.
Hoy toma esta oportunidad. Quizá en algún momento dijiste “no puedo participar en los proyectos evangelísticos de mi iglesia por el trabajo”, pues esta es la oportunidad que Dios te da.
“Señor, quiero ser tu instrumento para que todos en mi trabajo te conozcan. Quiero ser luz, quiero ser sal, quiero cumplir con el bendito mandato que nos dejaste antes de partir”.