En este versículo, el apóstol Pablo aconseja que pongamos nuestras fuerzas en promover y llevar a la práctica todo aquello que conduzca a la paz de las personas con Dios, a la edificación de los demás tratando siempre de evitar el conflicto.
En general, cuando alguien pasa por una situación difícil, lo primero que hacemos es juzgar y condenar, se nos hace difícil entender que hay personas que parecen nunca resolver sus problemas, especialmente cuando nosotros hemos vencido o superado algo similar.
Es importante tener presente que juzgar y mostrar desprecio por aquél que se equivoca, significa ponerle una carga más pesada. Por esto, los cristianos estamos llamados a perdonar y ayudar. En ese sentido nuestro amor debe incluir la edificación de los que el mundo desprecia.
El proceso de derribar a una persona empieza cuando dejamos que en nuestra mente se aloje un sentido de superioridad. De pronto, sentimos que somos mejores, más honrados, más honestos, más inteligentes, mejores ciudadanos, hasta mejores cristianos. No logramos reconocer que cometemos los mismos o peores errores con nuestro orgullo de creernos estar más arriba que los demás.
Cuando veamos que alguien está en medio de una situación difícil, debemos ser los emisarios de Dios para levantar, abrazar y edificar. Como todos tenemos alguna persona que necesita nuestra ayuda, alguien que tal vez esté luchando con algún pecado, se encuentre apartado de Dios o esté pasando por una difícil prueba, es importante aprovechar esos momentos para quitar la mirada de nosotros mismos y comenzar a mirar la necesidad del prójimo.
No debemos descuidar nuestra vida y con la ayuda mutua podemos cumplir juntos el objetivo de mejorar cada día, siempre tratando de no dejar a nadie tirado al costado del camino. Estos principios que los cristianos practicamos hacia los demás, marcan la diferencia con un mundo donde la venganza guía las relaciones o donde a nadie le importa ayudar al necesitado.
La aplicación que nos deja este versículo es sencilla, debes estar siempre listo para edificar al caído y no hacer como la mayoría que lo empujan a caer aún más. Por esta razón, ante la necesidad de tus semejantes, siempre tendrás dos opciones, puedes derribar y negarles la posibilidad de encontrarse con Jesús, o bien puedes ser un canal de bendición para que tengan la posibilidad de volverse a Él.
¿Conoces alguna persona que necesita ayuda, de una mano extendida? ¿Quieres ser utilizado por Dios para cambiar la vida de esa persona? Analiza tu corazón, intenta vivir de manera ejemplar, siembra amor y misericordia, sé el primero en escuchar y el último en opinar. Prepárate para amar a los rechazados, escuchar a los criticados y ayudar a que se levanten.
“Padre amado, mi Salvador Jesús me dijo que en los últimos tiempos el amor de muchos se enfriará. Dame de tu gracia para permanecer atado y obedeciendo a tu Palabra y que cada vez yo sea bautizado más y más de tu gran amor, que es el único que puede transformar a este mundo. En el Nombre de Jesús”.