Alguien definió la madurez en una sola frase: Hacer hoy, lo que no podía hacer ayer. ¡Eso es crecer!
Se dice también que la diferencia entre un niño y un adulto es el precio del juguete. De chicos solíamos pedir golosinas. Luego crecimos y empezamos a “negociar” la bicicleta para nuestro cumpleaños. Más adelante quisimos la moto o el auto. En algún momento soñamos con una novia, luego con una esposa y, finalmente, con la casa. A medida que vamos creciendo vamos cambiando y queriendo cosas de mayos valor. ¡Y eso está bien!
Más adelante, en Efesios 4:28 Pablo nos muestra otra interesante progresión: “El que robaba no robe más, sino que trabaje honradamente con las manos para tener qué compartir con los necesitados”. Vemos claramente el cambio: Robar – No robar – Trabajar – Compartir.
Fuimos llamados a cambiar, a crecer y a madurar. Y como líderes (de una iglesia, una oficina o una familia) no hay nada más maravilloso que liderar a las personas a transformar su vida. En nuestra congregación además de tener grupos por edades, tenemos otros de profesiones, hobbies o acompañamiento en distintas necesidades. Mis favoritos son aquellos en los que podemos palpar de una manera clara y distinta los cambios radicales y visibles: Una persona que baja 6 kilos en un mes, un inmigrante que llega sin trabajo y sin vivienda y logra rearmar su vida. Una persona que supera la pérdida de un ser querido y recupera las ganas de vivir. El cambio es lo más estimulante.
Cómo crecer. Abrirnos al cambio
Abramos nuestra mente a lo nuevo. Evaluemos si lo que estamos ofreciendo hoy son las respuestas a las preguntas de ayer. Los tiempos cambiaron, las preguntas también.
Juan Carlos Ortiz, un pastor argentino que ya está con el Señor, decía que algunos son como los trenes, por más que les pongan un volante, no les va a servir de nada, sus ruedas seguirán aferradas a las vías, apegados a tradiciones o costumbres que no les permiten tomar lo nuevo. Otros, como el coche de un carrusel, cuyo volante los niños mueven de aquí para allá, pero siempre terminan dando vueltas en círculos, sin avanzar.
Asumir responsabilidades nuevas
En un mundo donde la fuerza de gravedad nos impulsa hacia el sillón, el control remoto y Netflix, debemos arriesgarnos a hacer más. Hay una frase que se le atribuye a Vincent Van Gogh: “La normalidad es un camino pavimentado: es cómodo para caminar, pero allí no crecen flores”. Una frase tan bella como sus pinturas. Alguien más espiritual que el famoso holandés afirmó que “Llegamos a ser aquello con lo que estamos comprometidos”. Es decir, crecemos cada vez que nos comprometemos con algo. Y dejamos de crecer cuando por miedo, no lo hacemos.
Una vez leí que los ejecutivos más experimentados buscan cubrir los puestos con personas que están “casi preparadas”. Porque entienden que ese “casi” que les falta los va a hacer esforzarse por estar a la altura. En cambio, muchas veces, el que ya está preparado, quizá no se empeñe tanto. ¿Te ofrecieron algo que te queda un poco grande? Dale para adelante…
Asumamos, pues, desafíos nuevos, hagamos nuevos discípulos, abramos nuevos ministerios. Crecer siempre implica acción.
Incluir nuevas personas en nuestro círculo
Los cristianos necesitamos relacionarnos con otros para crecer. Para algunos esto significará rodearse más. Es decir, vencer la timidez o volver a confiar en otros si nos fallaron. Para otros significará rodearse mejor. Cambiar los vínculos que no nos llevan a ningún lado.
Existen tres tipos de personas: las dependientes, que exigen y demandan todo el tiempo. Las independientes, que no se vinculan para no deberle nada a nadie. Y las interdependientes, que se unen con otros para lograr, juntos, lo que no podrían hacer separados.
Nadie logra nada sólo: El niño dice “dame”, el joven “no necesito de ustedes”, el que ya creció, el maduro, dice: “Todos nos necesitamos”. Abramos nuestra mente al cambio, nuestras manos a la acción y nuestro corazón a las personas y este 2024 creceremos como nunca.
“Señor, ayúdame a madurar en aquellas áreas en las que aún no lo he logrado. Hazme entender que no puedo estar toda la vida dependiendo de otros, pero también que no puedo aislarme del mundo. Guíame para que pueda rodearme de gente que me ayude pero a la cual también ayudar, entendiendo que todos somos necesarios para crecer”.