Hace 11 años atrás, estaba esperando un momento muy especial, el nacimiento de mi hija. En ese tiempo de la dulce espera, uno hace cálculos aproximados de la fecha del parto, pero todo puede variar. Recuerdo que, por ser primeriza, había muchas incertidumbres con respecto a cómo iba a ser el parto. Algunas voces me calmaban, pero otras me preocupaban. ¡Hasta que llegó el día! Nunca hubiera imaginado todo tal cual sucedió y la fecha tan particular en la que ella nació: el 14 de febrero, tan conocido como el día de los enamorados. Más allá de las opiniones acerca de esa festividad, a nosotros nos pareció un detalle interesante. Y ese fue el principio de hechos con fechas particulares o mejor dicho recordables. Me pregunto ¿Será por mi memoria o porque hay algo más profundo con respecto a los tiempos? Pueden ser ambas cosas. Ahora te cuento un poco más…
A los 4 meses del nacimiento de mi hija, yo la llevaba en mis brazos y mi pie se enganchó en una vereda rota, me caí y la cabeza de mi hija golpeó con unos adoquines. A los pocos minutos llamaron a la ambulancia y nos llevaron de urgencia a la guardia del hospital. Luego de una tomografía, el diagnóstico fue que el cráneo del lado izquierdo estaba trizado y tenía dos coágulos muy grandes, uno sobre el cerebro y otro sobre el cráneo. Obviamente la llevaron al quirófano y luego de 3 horas de cirugía pasó a terapia intensiva. La recuperación fue tan asombrosa que en 7 días le dieron el alta.
El neurocirujano nos dijo que aún restaba hacerle otra cirugía más para colocarle una craneoplastia, ya que tuvieron que sacar parte del cráneo del lado izquierdo debido a que estaba trizado.
Fueron meses de espera por la prótesis y la palabra que nos sostuvo en ese tiempo fue: “Aquel que la buena obra empezó será fiel en completarla”. Recuerdo que faltaban 2 semanas para que se cumplan 7 meses y la prótesis aun no llegaba. Lo único que me decían era que podía tardar uno o dos años más, aun estando en orden de urgencia. Con esta noticia tan negativa, yo hice un clamor en mi corazón que sólo Dios escuchó. Le dije: “Papá Dios, ya no doy más. Si me vas a dar un regalo para mi cumpleaños, que sea la prótesis para mi hija”. Hice ese clamor sin ser realmente consciente que sólo faltaba una semana para mi cumpleaños. ¡Es decir que humanamente era imposible conseguirla en tan poco tiempo! Pero 4 días después me llamó el neurocirujano, y muy contento me dijo: “Mariana, por fin llegó la prótesis, ¡este viernes 31 de enero es la cirugía!”.
Ese día, la fecha de mi cumpleaños, yo recibí el regalo para mi hija tal como sólo Él sabía que se lo había pedido. ¡Qué Padre tan detallista! ¡Realmente me sorprendió y es un hecho que no olvidaré jamás! ¡Él gobierna los tiempos!
Además, mi hija es considerada un milagro incluso por los mismos neurocirujanos que estudiaron su caso.
Dios sabe que las fechas son precisas y que fue tal cual les cuento. Cada vez que lo recuerdo me da paz. Porque me hace ver su Soberanía. Y lo relato con el propósito de alentarnos en la fe y para recordar que nos conviene creerle a Él.
En la segunda parte les contaré otro testimonio del Soberano de los tiempos, nuestro Padre Dios.