Hace algunos años escuché predicar acerca de las crisis a mi querida amiga Beatriz Buono, directora de la Editorial Certeza Argentina. Fue una de esas cosas que te quedan marcada a fuego. Ella decía que para los chinos la palabra “crisis” era sinónimo de “oportunidades”. Las que se dan porque hay que dar un golpe de timón y virar hacia otro lado para alcanzar un nuevo objetivo, plantearse una nueva meta o simplemente tratar de salir ileso de una situación difícil.
Para muchas personas el cambio de año calendario es una situación de crisis y para otras, de oportunidades. Sea como fuere, el ser humano lo toma como una bisagra entre un período y otro en el calendario greco-romano. A mí mucho no me mueve el amperímetro. Sin embargo, veo el fin de la temporada o de ciclo, no sólo en el cambio de año. Hay algo en la vida que es cíclico y que nos aventura a cambios, a nuevos desafíos, a buscar otras oportunidades frescas en el Señor.
Viene a mi mente el pasaje en Isaías 43:16-21 que en la versión El Mensaje dice así:
16-21 Esto es lo que afirma el Señor,
el Dios que abre camino a través del océano,
que traza una senda por en medio de las olas,
el Dios que convoca caballos, carros y ejércitos,
quedan tendidos y luego no pueden levantarse;
se apagan como velas:
“Olviden el pasado;
no sigan recordando lo ya sucedido.
Estén alerta, atentos. Estoy a punto de hacer algo totalmente nuevo.
¡Está ya comenzando! ¿No lo ven?
¡Ahí está! Estoy abriendo un camino en el desierto,
ríos en las tierras áridas.
Los animales salvajes dirán ‘¡Gracias!’:
los coyotes y los buitres,
porque proporcioné agua en el desierto,
ríos en la tierra abrasada por el sol,
agua potable para el pueblo que elegí,
el pueblo que hice especialmente para mí,
creado para alabarme”.
Muchas veces solemos quedarnos enganchados en algo que nos pasó durante el año que acaba de finalizar, y seguimos con el mismo pensamiento, el mismo dolor, el mismo malestar, la frustración y no vemos que ya amaneció, que hay un nuevo día, un nuevo comienzo. Pero el año se define de un momento a otro, de la más oscura noche a la primera luz de la mañana. Y en ese ir de la noche a la mañana, algo nuevo ya está pasando y ¡no lo vemos!
Del pasaje extraemos que, en primer lugar no tenemos que traer del pasado lo que pasó. No podemos vivir en el pasado. Aunque sea un recuerdo de los más felices, vivir anclado a ello no te permite disfrutar el presente ni proyectarte plenamente hacia aquello que Dios tiene para ti en el futuro. Lo segundo es que siempre Dios está haciendo algo nuevo. Es una constante en Él. Lo hace todo nuevo y todo de nuevo si es necesario. No se repetirán las experiencias aunque nos demos mil veces el dedito pequeño del pie contra la pata de la mesa, el dolor siempre es diferente. ¡Cuánto más distinto es cuando esquivamos la pata y no le atinamos el puntapié!
Lo tercero es que aunque no lo veamos, Dios ya está haciendo cambios. Vivo en Argentina y venimos de años de sueños destruidos y de promesas vacías, de incoherencias políticas y de despilfarro económico que llevaron a gran parte de la población a la pobreza. Y cambiamos de gobierno, y el nuevo presidente no tiene nada de experiencia en la función pública y tiene una forma que a muchos da miedo. Y los cambios que está generando a algunos les satisface y a otros le quita el sueño. ¿Y si Dios está haciendo algo nuevo y no lo estamos viendo? No estoy diciendo que el presidente Milei sea un emisario del Señor, estoy diciendo que Dios está actuando en la vida de aquellos que lo amamos. Y no sabemos si las desgracias por las que pasa este país van a cesar o no, si lo va a lograr este gobierno o si se necesita dinamitar todo el territorio y empezar de cero. ¡Pero algo Dios está haciendo! Hay gente que confía en Él, hay gente que comienza a caminar de la mano de la fe, transita una nueva fe basada en la esperanza que es Jesús. ¡Ya está pasando! porque dice el Señor: “haré un camino en el desierto y ríos en tierra desolada”.
Creo que esta es la oportunidad que tenemos. No se trata de “año nuevo, vida nueva” como se dice por ahí. Se trata de un proceso que nos lleva de la crisis a la oportunidad, de soltar a que sin saberlo ya Dios está obrando. Es un nuevo comienzo, pero uno que ya está en proceso porque Dios ya lo está haciendo aunque no nos demos cuenta. De mí depende, como dice Pablo a los filipenses: “…tengo la mirada puesta en la meta, donde Dios nos está llamando a avanzar, a llegar a Jesús. Voy corriendo y no volveré atrás” (Fil. 3:14 El Mensaje).
“Señor y Dios del cielo y la tierra, a ti que el tiempo no es ni largo ni corto. Que manejas el pasado y el futuro con la naturalidad del ahora. A ti venimos para pedirte que nos ayudes a darnos cuenta y entender que el pasado no determina el presente, ni mucho menos el futuro”.