Primer modelo: Un cristiano que conoce las escrituras, pero desconoce el poder de Dios. Tiene un gran conocimiento de las escrituras, pero ningún deseo o capacidad de aplicar eso que conoce a su diario vivir.
¿Te sorprendería saber que algunos teólogos que conocen el texto bíblico al dedillo son ateos? Dicho de otra manera, el conocimiento que tienen no modifica ni un ápice su vida de todos los días. Si alguien experimentó esta realidad fue el escritor argentino Jorge Luis Borges: conocía como pocos el texto bíblico, sin embargo, jamás su vida fue atravesada por éste. En su entierro, en 1986, un pastor protestante y un sacerdote católico oficiaron su despedida, ¡por las dudas de que todo lo que conocía fuese cierto!
Jim Cymbala escribió: “El conocimiento bíblico debe preceder a la experiencia sobrenatural”. ¿Deseas vivir una experiencia sobrenatural con el Señor? Asegúrate de que tenga sustento en la palabra. El Dr. John R.W. Stott en su libro “Creer es también pensar”, destaca que nuestro intelecto puede y debe potenciar nuestra espiritualidad.
El apóstol Juan, último de los discípulos en morir exiliado en la isla de Patmos, escribe en Apocalipsis 2 y 3, cartas a 7 iglesias. Lo llamativo, es que solo a dos les reclamó falta de sana doctrina; a las cinco restantes les reclamó falta de pasión por la persona de Dios. En definitiva, el problema no radicaba en el conocimiento de la palabra, sino en el hecho de no experimentar el poder de ese Dios que conocemos a través de esa Palabra.
Un hombre negro viajó por cuestiones de negocios a una ciudad de interior de los Estados Unidos. Allí se enteró que un gran maestro de la Palabra iba a estar enseñando en una congregación muy afamada. Se dirigió allí después de un día de trabajo, y para su sorpresa le negaron la entrada, ya que aquella comunidad de fe no aceptaba personas negras. No lo podía creer. Salió triste y cabizbajo por la misma calle por la que había llegado. De golpe ve a un hombre de sandalias, túnica, pelo largo y barba: ¡era Jesús! El Señor le pregunta al hombre qué le sucede, por qué está tan triste. Éste le explica que había querido entrar a aquella congregación, pero no se lo permitieron por ser negro; a lo que Jesús le contesta: “¡No te preocupes! Cuando comenzaron la reunión yo también quise entrar y no me lo permitieron, ¿sabés por qué? Porque yo soy Jesús”.
Conocen las escrituras, pero desconocen el poder de Dios.
2do modelo: Conocen el poder de Dios, pero desconocen las escrituras. Su vida es una sucesión de experiencias espirituales, que no tienen fundamentos en la Palabra, simplemente porque no la conoce.
Recuerda que no se puede experimentar lo que no se conoce. A la inversa, puedo conocer y no experimentar, pero jamás podré experimentar si no conozco. Éste segundo modelo de cristiano utiliza la palabra como “cábala” o “amuleto”. Conozco personas que han tenido algún contacto con el cristianismo o con alguna comunidad de fe en el pasado, y tienen en sus mesas de luz una Biblia abierta, como si ésta desprendiese algún tipo de “magia sobrenatural”. Me gusta decir que las tapas y las páginas de mi Biblia no le pueden cambiar la vida a nadie, pero el mensaje que esas tapas y paginas contiene, ¡puede cambiar una vida entera!
Jesús dijo: “Escudriñad las escrituras, porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí” (Juan 5:39). Dicho de otra manera, sumérjanse en la Palabra, porque al hacerlo se van a encontrar con mi persona, y cuando se encuentren con mi persona, van a alcanzar salvación.
El gran problema de este segundo modelo es que le hacen decir a la palabra cosas que la palabra no dice, simplemente porque la desconocen. Toman un texto, lo quitan de contexto y lo transforman en un pretexto. Se parecen a aquel hombre que rogaba que Dios le hablase. Tomó su Biblia y la abrió de manera aleatoria. Allí leyó: “Judas fue y se ahorcó”. La cerró aterrado y la volvió a abrir. Leyó por segunda vez: “Vé y haz tú lo mismo”. ¡No lo podía creer! Pensó “la tercera es la vencida”. Volvió a abrirla y leyó: “Lo que haz de hacer, hazlo pronto”.
Una estadística reciente indica que en la actualidad sigue siendo mayor el número de personas que escuchará la lectura de la Biblia en el templo, que aquellos que la leerán por sí mismos.
Conocen el poder de Dios, pero desconocen las Escrituras.
“Señor Jesús, quiero conocerte, experimentarte, disfrutar de las maravillas que haces en las vidas de las personas que te aman, pero con esa misma inquietud y curiosidad, quiero conocer lo que dice la Escritura. Pon en mí ese interés por saber cada día más de ti a través de la lectura de tu Palabra”.