Aprendí de uno de mis mentores -el Dr. Mike Murdock- que debemos constantemente hacernos preguntas para analizar, evaluar y encausar el rumbo de nuestra vida. Pero que también debemos hacernos las preguntas correctas.
Hay muchos interrogantes para los cuales encontraremos respuestas. Algunas estarán a simple vista, y para hallar las otras quizá deberemos buscar con mayor detenimiento. Posiblemente muchos otros nunca tengan una respuesta, o alguna que nos satisfaga completamente de acuerdo con nuestra percepción personal.
Pero lo que debemos evitar a toda costa es hacernos ese tipo de preguntas que nos llevarán a un callejón sin salida, porque están enfocadas en lo negativo de la situación. Cuestionamientos que nos conducirán a lo que se conoce como autocompasión: tener autoestima baja, no confiar en nuestra capacidad de resiliencia y sentir lástima por nosotros mismos, detalles que conforman una combinación destructiva.
También es muy saludable evitar las preguntas que nos hacen buscar un culpable a los problemas, fracasos o cosas malas que nos suceden. Si bien hay mucha “tela para cortar” sobre las causales de tales acontecimientos, lo cierto es que pueden ser varias: errores propios o de otros, injusticia, falta de previsión, y la lista es larga.
Lo maravilloso de tener un Dios de amor y misericordia, que está dispuesto a tendernos una mano y rescatarnos, es que “…sabemos que Dios va preparando todo para el bien de los que lo aman, es decir, de los que él ha llamado de acuerdo con su plan…” (Romanos 8:28, TLA). Hasta las situaciones límite, las pérdidas más dolorosas, o la noche más oscura de nuestra vida, pueden ser el detonante de una crisis que nos llevará a buscar a Dios con todo nuestro corazón, y alinearnos con Él nos traerá la salida a nuestro problema.
Cuando nos toca enfrentarnos a las pruebas de la vida, podemos asumir uno de estos dos roles: víctima o aprendiz. Uno indaga: ¿Por qué me pasa esto a mí? mientras el otro inquiere: ¿Qué puedo aprender de esto? Nosotros decidimos si nos sumergimos en el pozo de la desesperación, o nos enfrentamos a las circunstancias con la frente en alto, sabiendo en quién confiamos: ¡el Dios de lo imposible!
Cuando el pueblo de Israel salió de Egipto rumbo a la Tierra Prometida, llegó frente al Mar Rojo, teniendo a sus espaldas el ejército de Faraón y el desierto rodeándolos. No tenían alternativa, no había dónde escapar. Sin embargo, Dios estaba creando un escenario inimaginado para su liberación.
Cuando decidimos salir del pozo de la desesperación, o de la esclavitud, de las cosas que nos atan y dominan, o cuando simplemente decidimos ir por las promesas que Dios nos dio, es probable que lleguemos a situaciones límite donde no tengamos otra escapatoria que clamar la ayuda de Dios. No dudemos ni nos desesperemos, porque Dios está creando el escenario para nuestra liberación. No lo demoremos con dudas, apresurémoslo con nuestra fe.
Hoy, tengamos cuidado de no quedarnos estancados en nuestros “por qué”. “¿Por qué yo? ¿Por qué esto? ¿Por qué me pasa a mí? ¿Por qué tuvo que suceder de esta manera?” Preguntas que pueden terminar consumiendo nuestros pensamientos a tal punto de volvernos ciegos a Su presencia, ciegos a Su bondad, ciegos a Su poder, ciegos a la esperanza que tenemos en Él.
Donde no tenemos respuestas, todavía tenemos a Dios. El Dios que ya lo tiene todo resuelto. El Dios que puede ver el panorama completo. Aquel que nos recuerda que no siempre necesitamos tener Sus respuestas para tener Su consuelo, Su paz y Su abrazo de amor.
“Querido Dios: Hoy vengo a pedirte que me perdones por cuestionar todo lo que sucede en mi vida con el enfoque equivocado. Ayúdame a entender que tienes un plan y un futuro de bienestar para mi vida, aun en medio de las circunstancias adversas que estoy viviendo. Creo en tus promesas y sé que se cumplirán. En el nombre de Cristo Jesús”.
Todos tenemos momentos de incertidumbre, en algún momento de nuestra vida caemos al pozo como jose, pero tomando el ejemplo de jose, para ser gobernador tuvo que pasar circunstancias limites que lo prepararon para ese momento.
Cuando estemos en una situación así o en una mala racha recuerda que para los hijos de Dios todas las cosas les ayudan para bien.