Debemos conocer lo que Dios quiere hacer en nuestra vida y es hacer una poda. Toda planta para que crezca hermosa y pueda dar mayor fruto, necesita ser podada. En nuestro caminar en Cristo sucede lo mismo, necesitamos quitar impurezas, todo aquello que quizá por un tiempo ha impedido que nuestro fruto sea no sólo visible, sino que pueda ser agradable y glorifique a Dios. Para ello es necesario lo siguiente:
1 Unirse a Cristo.
¿Qué tan unido estás a Cristo? La unión al Señor forma su carácter en nosotros. Cuando alguien se mantiene unido a otras personas por mucho tiempo tarde o temprano se influenciará de sus pensamientos y acciones. Así el creyente necesita ser influenciado del Espiritu de Dios y del carácter de Cristo.
2 Ser podados.
Estar conectado a la vid crea un proceso de limpieza, es decir la purificación de nuestro ser. Debemos permitir al Señor que limpie nuestra vida. Mente, sentimientos, acciones y todo aquello que impide dar fruto.
3 Dar fruto.
Aquella persona que se vuelve fructífera es aquella que busca de Dios, le da prioridad al Espiritu, empieza a hablar diferente, actúa diferente, sus intereses tienen que ver con el propósito de Dios, le sirve a Dios, comparte de Jesús.
4 No permitir la sequedad.
Sólo dando fruto es que glorificamos a Dios, por ello es que necesitamos permanecer en él y ser sus discípulos. Si nos separamos de este proceso, tarde o temprano nos iremos secando y poco a poco el fruto se desvanece, nunca permitamos la sequedad, las consecuencias son nefastas.
“Señor, determino permanecer en este camino de la vida eterna, estar en Ti y dedicarme a ser fructífero. Tú eres quien nos hace fructíferos”.