“De vez en cuando la vida nos besa en la boca” (Joan Manuel Serrat)
…“y otras nos abofetea la mejilla” (yo)
Recuerdo como si fuera hoy aquel banco de plaza enfrente de la estación de Monte Grande y de la sucursal del banco Provincia de la que había salido. Estaba nublado y hacía frío; detesto el frío. Llevaba un gran gamulán, el cabello suelto apenas peinado, los ojos húmedos y una pena en el bolsillo. No llegaba a los treinta años, separada y con dos niñas pequeñas, una que todavía usaba pañales, y otra dentro del vientre.
Recuerdo aquel banco abandonado por los transeúntes mañaneros. Quizá las personas que me habían atendido dentro del Banco me observaban, pero no me importó. Me senté en él, levanté mi mirada al cielo y desahogué todo mi caudal de lágrimas contenidas.
Recuerdo perfectamente ese gris cemento, estaba un poco mojado, lo recuerdo y lo hago porque ese fue mi altar a cielo abierto: “Señor, no sé lo que vendrá en mi vida, si va a ser bueno o malo, sólo sé que va a ser diferente. Quiero seguir amándote y sirviéndote, pase lo que pase. Ahora, hay nubes, no veo al sol, pero sé que va a salir en algún momento y si no saliera, yo igual voy a seguirte. Quédate conmigo, no quiero que mi rostro refleje frustración, sino tu amor”.
Ya han pasado más de ocho mil trescientos noventa y cinco días de aquella oración en ese banco. No todos fueron días fríos y nublados, es más creo que ese día tampoco lo era, sólo que yo lo evoco así. Hubo días de fresca primavera y otros de sofocante sol, también algunos de tormenta y vientos huracanados, pero en todos ellos Dios siempre estuvo a mi lado.
Él no desampara a la viuda, ni al huérfano. Permítanme decirles, que las mujeres separadas o divorciadas, somos las viudas del Siglo XXI. Dios fue y es, siempre fiel en todas las áreas. ¡Cómo no amarlo y obedecerlo por el resto de mis días!
No sé cómo son los días por los que estás atravesando en este momento. Quizá las negras nubes te impidan ver que más allá está el arco iris, quizá el sol te enceguezca y no puedas ver el camino, quizá la hermosa brisa te haga adormecer y te cueste seguir. Te puedo asegurar que si ahí donde estás levantas tu altar y pactas seguir a Dios, Él es bueno y te va a acompañar siempre.
“Señor, no sé lo que vendrá en mi vida, si va a ser bueno o malo, sólo sé que va a ser diferente. Quiero seguir amándote y sirviéndote, pase lo que pase….”