Como seres humanos siempre estamos buscando algo que necesitamos, nunca podemos afirmar que lo tenemos todo. Tanto en lo familiar como en lo personal siempre hay algo que necesitamos. El ser humano se compone de tres partes: Alma, Cuerpo y Espíritu y cada una de las partes necesita ser satisfecha para que toda la persona pueda sentirse completa y bien. Cuando alguna parte no se encuentra bien, se resienten las otras partes del ser humano.
Las necesidades físicas tienen que ver con las que importan al cuerpo del individuo. La alimentación, el agua, el sueño y la buena salud son fundamentales, pero las necesidades para el alma y el espíritu, aunque muchas veces descuidadas, también son también muy necesarias.
Las necesidades del alma tienen que ver con las emociones. Intimidad, conexión, consuelo.
Intimidad: La intimidad es estar cerca, tener confianza y por lo general ser afectuoso con otra persona o grupo; es permitir que las personas te vean como eres y te amen. Es fácil caer en el error de pensar que la intimidad sólo se produce a través de las relaciones sexuales o relaciones amorosas. Sin embargo, Dios desea que tengamos intimidad de otras maneras como relacionarnos con las personas en niveles más profundos de comprensión, es la manera en que nos hacemos conocer.
Conexión: Necesitamos saber que formamos parte de algo más grande y que nuestra historia es parte del plan eterno de Dios. No fuimos creados para el aislamiento y la independencia; fuimos creados para prosperar dentro de una familia.
Consuelo: El consuelo es la necesidad de ser calmado, tranquilizado y alentado. No tienes que pasar mucho tiempo en la tierra para saber lo que es sentir dolor, pena, rechazo o aflicción. El consuelo de nuestras almas nos ayuda a sentirnos a salvo y seguros durante las circunstancias inestables. Dios sabe que a veces necesitamos consuelo, por eso envió al Espíritu Santo para que sea nuestro “Consolador” (Juan 14:16).
Las necesidades espirituales, en un sentido amplio, se trata de necesidades de las personas creyentes o no, a la búsqueda de la nutrición del espíritu, de una verdad esencial, de una esperanza, del sentido de la vida y de la muerte, o también deseando transmitir un mensaje al final de la vida.
Leemos en la Biblia en 2ª Crónicas 6:40-42: “Ahora, Dios mío, te ruego que tus ojos se mantengan abiertos y atentos tus oídos a las oraciones que se eleven en este lugar. Levántate, Señor y Dios; ven a tu lugar de reposo, tú y tu arca poderosa. Señor y Dios, ¡que tus sacerdotes se revistan de salvación! ¡Que tus fieles se regocijen en tu bondad! Señor y Dios, no des la espalda a tu ungido. ¡Recuerda tu amor fiel hacia David, tu siervo!”.
Esta oración del rey Salomón hace referencia a nuestras necesidades más profundas, es de una belleza y esperanza incomparables. ¡Somos seres creados, necesitamos vivir conforme al propósito para el que fuimos creados, para adorar y amar a Dios! En comunión con Dios.
Necesitamos la Presencia de Dios en nuestras vidas. Por lo general todos damos por sentado que la presencia de Dios está en todo lugar y como afirma el mismo salmista, no existe lugar alguno donde nos podamos esconder de la presencia de Dios. Dios está en el lugar donde te encuentras ahora mismo, pero no es lo mismo saber que Dios existe y está en todo lugar que saber y disfrutar la presencia de Dios dentro de nosotros.
Necesitamos la salvación de Dios en nuestras vidas. La salvación de Dios implica un proceso de transformación profunda. La salvación de Dios tiene como fin la santidad y perfección de nuestra vida que es posible sólo por medio de Jesucristo. En la presencia de Dios hallamos el poder de Dios para vencer al pecado, al diablo y al mundo.
Necesitamos la confianza absoluta en la bondad de Dios. Dios es bueno y fiel. Su carácter nos marca y es modelo para nosotros. Dios quiere que seamos fieles en todo. A Dios, a la familia, a la iglesia, a nuestros compromisos.
Necesitamos la comunión con Dios. Dios es Señor. La comunión con Dios se restablece en Jesucristo.
En una sociedad que anhela espiritualidad pero que no vive espiritualmente, necesitamos profundizar y crecer en nuestra vida de oración. En una sociedad en crisis, desorientada y superficial, necesitamos hablar en base al conocimiento real y profundo de Dios que nos da fuerzas y fundamento para agradar a Él. Si vivimos con esa perspectiva espiritual, nuestra vida personal, familiar y eclesial se verá positivamente inspirada y seremos motor de transformación en una sociedad que necesita desesperadamente auténtica espiritualidad.
Te invito, allí donde te encuentras, a reconocer y disfrutar la presencia de Dios. Dios está a tu lado y quiere estar dentro de ti. Y el sigue diciendo, “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo” (Apocalipsis 3:20). Abre la puerta de tu corazón, déjalo entrar, habla con Él y dile todo lo que quieres. Él te escucha y te bendice.
“Señor y Dios mío, soy consciente de la necesidad que tengo de ti. Mi cuerpo, mi alma y mi espíritu claman a ti para ser saciados con tu presencia. Y que todo eso luego se traduzca en un ser que pueda llevar tu luz y tu amor al mundo que no te conoce”.