¿Has sentido esos celos asfixiantes que carcomen tu mente? Recuerdo una vez, hace muchos años, cuando vi una foto del chico que me gustaba en compañía de una amiga. Yo me encontraba en una estación del transporte público, desesperada lloré, zapateé, salté y le pregunté a Dios: “¿Acaso tengo un problema? ¿Por qué no soy la chica de la foto? ¿Qué hay de malo en mí?”
Los celos, la inseguridad, la baja autoestima, la condenación constante, la comparación son agentes tóxicos que permitimos en nuestra mente y que tienen como misión arrebatarnos la paz.
¿Qué podemos hacer?
No conformarnos a este mundo, como lo dice Romanos 12:2. Recordar que tenemos la mente de Cristo como lo dice 1 Corintios 2:16. Que podemos acudir a Él para que nuestros pensamientos sean los suyos y que cada vez que vengan los dardos del enemigo a socavar nuestra tranquilidad, podamos decirle “¡No!” Yo soy lo que la palabra de Dios dice que soy.
Repite conmigo esta oración basada en Romanos 12:2:
“Padre, revélame tus conceptos sobre todo lo que me rodea, que mi mente piense según tu amor y no como la tradición, la cultura, mis temores, lo que me enseñaron o lo que veo en internet me dice que es. Yo transformo mi entendimiento con tu palabra, para que de esta manera pueda andar en tu voluntad que es buena, agradable y perfecta”.