En esta oportunidad quiero compartir un principio para aplicar a nuestra vida, basado en el Salmo 40:8. Este poderoso versículo nos invita a vivir con un lema claro: “Si lo que quiero hacer no honra a Dios, no lo haré”.
Este lema nos desafía a vivir una vida centrada en la voluntad de Dios, reconociendo que Él es nuestro guía y nuestro propósito más elevado.
En este mundo lleno de distracciones y tentaciones, es fácil perder de vista lo que realmente importa. Nos vemos atrapados en la búsqueda de la aprobación de los demás, en la persecución de nuestros propios deseos o en la búsqueda de éxito material. Pero el Salmo 40:8 nos recuerda que nada de esto tiene valor si no estamos viviendo para honrar a Dios.
Vivir con este principio implica una entrega total a Dios en todas las áreas de nuestras vidas. Significa que nuestras acciones, nuestras palabras y nuestros pensamientos deben estar alineados con los principios y valores de Dios. No podemos simplemente afirmar que somos seguidores de Dios, sino que debemos demostrarlo a través de nuestras decisiones diarias.
Honrar a Dios en todo lo que hacemos tiene un impacto significativo en nuestras relaciones, en nuestra carrera y en nuestra vida en general. Cuando tomamos la decisión consciente de vivir según este lema, comenzamos a experimentar una paz y una alegría que no se pueden encontrar en ningún otro lugar. Nuestra vida se convierte en un testimonio vivo del poder transformador de Dios que impactará a otros y los atraerá a Jesús.
¿Qué efectos produce tener en cuenta este principio? En primer lugar, nos lleva a honrar a Dios en nuestras relaciones. Nuestro trato hacia los demás se basa en el amor y el respeto, buscando siempre el bienestar y el crecimiento mutuo. Practicamos el perdonar, ser compasivos y mostrar empatía, porque entendemos que esto refleja el carácter de Dios en nosotros.
Además, este principio, nos impulsa a honrar a Dios en nuestros proyectos y metas. Trabajamos diligentemente, no sólo para conseguir éxito personal, sino para impactar con el amor de Dios a aquellos que nos rodean. No nos conformamos con hacer lo mínimo, sino que buscamos dar lo mejor de nosotros en todo momento, sabiendo que estamos trabajando para el Señor y no sólo para los hombres.
Finalmente, vivir teniendo en cuenta este principio, nos desafía a honrar a Dios en nuestras decisiones diarias. Buscamos su guía en cada paso que damos, reconociendo que Él tiene un plan perfecto para nosotros.
A medida que nos rendimos a su voluntad, experimentamos su dirección y provisión en formas que nunca hubiésemos imaginado.
En resumen, vivir con este principio: “Si lo que quiero hacer no honra a Dios, no lo haré”, nos invita a vivir una vida de entrega total y compromiso con el Señor y con la gente. Nos desafía a honrar a Dios en nuestras relaciones, en nuestras metas y en todas nuestras decisiones diarias. A través de esta entrega, encontraremos una paz y un gozo que sólo se encuentran cuando aprendemos a encontrar placer en hacer la voluntad de Dios.
“Señor, que podamos tomar este principio como un lema no negociable que nos lleve a brillar en un mundo de oscuridad y también a hacer que Tú sonrías al vernos hacer Tu voluntad”.