Así comienza el Salmo 46, para luego hacer una lista de sucesos calamitosos que incluye terremotos, maremotos y guerras (v. 2 y 3) ¡Vaya que esos sí que son problemas! ¡Y yo casi sin poder dormir por una gotera del techo!
¿No les pasó que muchas veces por problemas más pequeños que los que se describen en el salmo, nos ahogamos en un vaso de agua? o ¿En ocasiones terminamos hasta dudando del cuidado de Dios o de su misma existencia? “¿Se encontrará una solución para el mal que me aqueja?”
¿Qué llevaba al salmista a proclamar que Dios era su refugio ante tales eventos desastrosos? Y no cualquier refugio, no un pequeño techo, ni una cueva, habla de su “castillo protector”, el mejor recurso.
Tal vez la respuesta esté a partir del verso 4. Cuando leemos parecería otro salmo, comienza a describir un río que alegra la ciudad. ¿Quién puede no estar aterrado y estar feliz ante tales calamidades? Evidentemente, no está describiendo un lugar de aquí. Ya levantó su mirada y comenzó a ver las grandezas de la Tierra prometida. Él es ciudadano de la “ciudad de Dios”.
En ese momento pudo poner en perspectiva las cosas. ¿Qué eran esas calamidades en comparación con el lugar en donde Dios habita y él también lo hará? Su vida es eterna y esas tragedias eran momentáneas.
Ya la noche pasa. Ya se acerca otro día en que el Señor se levantará y él no caerá. (v.6). “Con nosotros está el Dios del universo; él es Dios de nuestro pueblo, ¡él es nuestro refugio!” (v.7). Podrá la Tierra destruirse, todo alrededor mío caer, pero mi Dios es el dueño del universo y ¡yo, soy su pueblo! ¡Esto es pasajero! Esa es mi esperanza gloriosa.
Es en ese momento en el que Dios se levanta y da el mandato: “Dejen de pelear y acepten que yo soy Dios, todos me darán honor. Yo gobierno a las naciones y controlo al mundo entero” (v.10).
Es como si dijera ¡Quédate tranquilo, yo soy el que tengo el control! Deja de pelear, dame el control. Al final, no queda más que proclamar: “Señor, eres Todopoderoso, estás conmigo y eres mi refugio (v.11 paráfrasis), pase lo que pase” (agregado mío). Esa es mi confianza.
“Padre, quiero en este día como el salmista, poner mi mirada en Ti. Eres mi refugio y no cualquier refugio, eres uno sólido y firme. Aunque todo a mi alrededor parezca caer, yo estoy habitando en tus promesas. No quiero seguir mirando hacia el techo, ni ahogándome en un vaso de agua, ni peleándome con la vida. Ayúdame a poner las cosas en perspectiva. Esta es una leve preocupación momentánea, nada comparable con una eternidad a tu lado. Alégrame con tu río, soy tu pueblo. Tú eres mi esperanza y mi vida está escondida en Ti. Permanezco quieto. ¡Tú estás conmigo! ¡Tú estás en control!”