Vieron a sus familiares ser capturados, vieron a sus hijos ser maltratados, sus casas incendiadas, presenciaron cómo su ciudad cayó en ruinas. Estamos hablando de los ciudadanos de Judá en el año 598 AC. La deportación del reino del sur fue uno de los episodios más tristes que vivió el pueblo de Israel. Como si fuera una novela o una película, este fragmento de la Biblia es la parte más difícil de la saga.
A pesar de todo, mientras ellos enmendaban sus heridas confusas con acciones débiles, estando totalmente confundidos y devastamos emocionalmente, una brisa de esperanza pudo entrar por sus ojos. El profeta Jeremías recibe el mandato de escribir un mensaje especial. Uno que los abrazaría y secaría las lágrimas del alma, un mensaje destinado a aquellos que quedaron capturados en Babilonia. Esta nueva carta, tenía como objetivo poder aconsejar. “Tengan mucho cuidado a quiénes hacen caso en este momento”, sobre todo porque, además de estar sensibles por lo que les había pasado, había personas que no tenían buenas intenciones cuando los ayudaban o aconsejaban. Entonces el profeta Jeremías ilustra uno de los poemas más usados por los predicadores contemporáneos.
“Porque yo conozco los planes que tengo para ustedes —afirma el Señor—, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza”.
¿Cómo podían procesar un mensaje de esperanza en medio de lo que les había ocurrido y aun estaban experimentando? Dios les habla sobre un destino feliz, de retorno a su ciudad natal, sobre poseer nuevamente sus tierras, recuperar su libertad, y de una justicia divina sobre quienes los había maltratado. “A pesar de todo… yo sigo pensando bien de ustedes”.
Los antecedentes pecaminosos que llevaron al pueblo de Israel a esa condición de miseria no frenaban lo que Dios seguía pensando sobe su pueblo. “A pesar de todo… Yo sigo pensando bien de ustedes”.
Cuando miremos nuestro historial, nuestras fallas, nuestras deficiencias, nuestros asuntos sin resolver, el Señor nos dice “A pesar de todo… Yo sigo pensando bien de ustedes”.
“Querido Dios, gracias por tu inmenso amor hacia nosotros, gracias por tu paciencia, por tu tiempo. Gracias por abrazarnos a pesar de que aún no calificamos. Nuestro lugar en tu corazón jamás será quitado. Siempre piensas lo mejor para nosotros”.