A veces tenemos más intenciones que acciones, sobrepensamos antes de hablar con Dios, incluso damos más oído y autoridad a voces que no pertenecen a la de Jesús.
A veces tenemos tanto miedo de lastimar el corazón de Dios, de decepcionarlo de alguna manera, haciendo, diciendo e inclusive pensando cosas que lo lastiman.
Y un día asimilé que Dios no llama a los que están preparados, Dios prepara a los que llama.
“Crea en mí, oh, Dios, un corazón limpio y renueva un espíritu fiel dentro de mí”, dice el Salmo 51:10.
A medida que voy conociendo a Dios, no me cabe duda de que ama perfeccionar. ¡Que privilegio que Dios haga de nosotros un nuevo corazón, uno deseable a su perspectiva!
“Y estoy seguro de que Dios, quien comenzó la buena obra en ustedes, la continuará hasta que quede completamente terminada el día que Cristo Jesús vuelva” (Filipenses 1:6).
Existimos para la gloria de alguien más. ¿Qué otra cosa podemos hacer que tenga más peso que tomar la responsabilidad de exaltar a Dios con nuestra vida?
Un día me di cuenta de que no adoramos para que Dios nos dé algo, adoramos porque ya Dios nos dio todo.
“Querido Jesús, arregla mi vida. Soy esto que está delante tuyo, un ser lleno de imperfecciones, pero con un corazón dispuesto a ser moldeado por ti”.