Los exiliados pierden la posibilidad de vivir de manera plena su cultura y sus costumbres. Si te vas a Europa, digamos a Alemania, las comidas son muy diferentes. Los alemanes no toman mate como los argentinos o los uruguayos, o no consumen paltas (avocado o aguacate según le digan en tu país) como los latinos. Y así muchas costumbres más. En los tiempos del relato del profeta Daniel en el capítulo 1, mientras los hebreos estaban exiliados en Babilonia sucedía esto. Y a tal punto sucedía, que corrían el riesgo de perder su identidad espiritual, le de ser el pueblo escogido por Dios. Nabucodonosor había hurtado los elementos del templo en Jerusalén, los había profanado y en el pueblo todavía había un sentir de identidad que era pisoteado.
Como aquellos hebreos extranjeros en Babilonia, hoy en día los cristianos comprometidos somos extranjeros en un mundo sin Dios.
Hace algún tiempo leí sobre cuatro modelos que los cristianos pueden adoptar en sus vidas, dependiendo de la actitud que elijan asumir. Estos modelos son:
Modelo de los Inmigrantes: Aquellos que simplemente adoptan los valores y la cosmovisión de la cultura en la que viven, tanto en su forma de pensar (perspectiva de cosmovisión) como en su forma de actuar (costumbres, hábitos de vestimenta, comida, lenguaje, etc.).
Modelo del Esclavo: Aquellos que siguen los valores y la cosmovisión de la cultura dominante en su vida pública y en su forma general de ver las cosas, mientras cumplen con un conjunto de reglas de conducta externas en cuestiones como vestimenta, lenguaje, etc. (subcultura).
Modelo del Turista: Aquellos que se distancian casi por completo de la cultura pagana, creando una sociedad alternativa. Evitan cualquier tipo de interacción, educación o negocios en compañía de no creyentes (anti-cultura cristiana).
Modelo del Embajador: Aquellos que interactúan con la cultura pagana y colaboran con las personas que la conforman, pero de una manera que refleja la distinción de los valores del reino de Dios (contra-cultura cristiana).
Estos modelos se pueden observar a lo largo del Salmo 137. Al leerlo, podemos notar cómo el salmista experimenta un sentimiento de desapego hacia la cultura que lo rodea. Describe la forma de vida del salmista y de los judíos en la sociedad de Babilonia. Parece que el autor y sus compañeros mantenían una relación hostil y adversa con la cultura que los rodeaba. Luchaban y evitaban en todo momento ser absorbidos por la cultura. De hecho, deseaban que los judíos se agruparan en pequeños guetos, alejados en la medida de lo posible de los centros de poder babilónicos. Protegían a sus hijos de cualquier influencia en cuanto al lenguaje, la cultura y las enseñanzas de Babilonia. Además, se burlaban y despreciaban a los babilonios debido a sus pecados, sin tener un sentido de humildad por sus propias faltas, las cuales los habían llevado a vivir en esa situación.
Es interesante observar en el libro de Jeremías lo que Hananías le decía al pueblo supuestamente de parte de Dios. “Dentro de dos años romperé el yugo de opresión de todas las naciones ahora sometidas al rey Nabucodonosor de Babilonia” (Jer. 28.11)
Pero el Señor tenía realmente otro plan, y lo expresó a través de Jeremías. “Edifiquen casas y hagan planes para quedarse. Planten huertos y coman del fruto que produzcan. Cásense y tengan hijos. Luego encuentren esposos y esposas para ellos para que tengan muchos nietos. ¡Multiplíquense! ¡No disminuyan! Y trabajen por la paz y prosperidad de la ciudad donde los envié al destierro. Pidan al Señor por la ciudad, porque del bienestar de la ciudad dependerá el bienestar de ustedes” (Jer. 29.5-7).
Obviamente Hananías estaba animando al pueblo judío a permanecer separado y a tener poco que ver con la sociedad Babilónica como sea posible. Sin embargo, el plan de Dios era todo lo opuesto.
Hoy, los cristianos quieren relacionarse con la sociedad de la misma manera. Muchos hablan confiadamente de un avivamiento venidero; dan todo su tiempo a la oración, al evangelismo y al discipulado. Todo esto válido y muy bueno. Pero, sin embargo, no toman mucho tiempo para realmente envolverse en la vida de la sociedad; no tratan de obstaculizar la pobreza o trabajar por mejores escuelas o buscar construir las artes y las ciencias con amor, gracia y verdad cristiana. Tampoco se caracterizan por estar comprometidos en transformar la cultura a través del servicio y participación sacrificial.
“Padre Celestial, que hoy podamos tomar conciencia que estamos en este mundo con un propósito dado por tu santa voluntad. Que podamos ser fieles al llamado universal y personal, sin contaminarnos, pero siendo sal y luz a los perdidos”.