¿Te pusiste a pensar esto? Jesús conoce tus pensamientos. Tenemos la capacidad de pensar, maravilloso don a semejanza del Creador, que nos pensó, luego habló, porque la palabra es “viento o espíritu” y el puente para que todo sea creado.
Nuestra vida es como una casa hecha de pensamientos. Nosotros sabemos la cantidad de ellos que surcan el espacio de la mente, algunos se han instalado y son base y fundamento de la casa, están marcando el rumbo de la vida. Quizás un buen rumbo o uno equivocado. Otros son antagónicos y aunque te tapes los oídos, gritan mucho. Otros se esconden debajo de la cama y cada noche se aparecen irremediablemente desde las penumbras, cuando apenas te acostaste. Algunos son maravillosos, para crear, transformar, edificar, pero los más de ellos parecen esfumarse como pompas de jabón y algunos tan vergonzosos pero interesantes a la vez, al principio, porque después de un rato de escucharlos, dejan un vacío de muerte desesperanzador.
Cuando Jesús habló sobre un reino dividido, había sanado a una persona con un espíritu de tinieblas que no le permitía hablar. Era un hombre mudo, pero no por algo físico, sino por un bloqueo emocional y espiritual. Y quizás puede ser que nosotros tampoco podamos hablar, que nunca pudimos expresar sin temor todo este mundo interior, especialmente, el que nos atormenta.
Los demás que miraban la escena pensaron para sí: “Este hombre echa fuera demonios por el poder del mismo demonio”. Es que no creían que uno salido de Nazaret, el peor barrio de Israel, hijo de gente común, nacido en la pobreza de una choza donde comían animales, y que además compartía cenas con lo peor de la sociedad, pudiera ser el enviado del Dios Altísimo, Sublime y Santo. Es que Dios siempre se sale de los esquemas humanos.
Pero Él conocía lo que pensaban, y les dice que donde un hombre fuerte gobierna su castillo, puede ser vencido sólo si viene otro más fuerte, porque le quita las armas en las que confiaba. ¿Podrían ser el orgullo y la incredulidad algunas de las armas más fuerte que estaban cerrando sus corazones?
Puede ser que en tu castillo tú estés dividido contra ti mismo, que te estés boicoteando. Que tengas mucho temor o que no te perdones. Quizás tus pensamientos son contradictorios, deseas hacer lo bueno, pero terminas pensando y haciendo el mal que no quieres (como confiesa Pablo en su carta a los Romanos cap.7). Y para sobrevivir te creaste un avatar risueño, correcto, aceptable, “santo”.
Pero Él conoce tus pensamientos y te ama, quiere entrar en tu castillo, no para condenarte, sino para salvarte. Jesús nos reveló que Dios ama tanto a cada persona que lo envió a Él para salvarlas, que Él no vino para condenarnos, sino para salvarnos, porque ya estábamos condenados al fracaso y la destrucción. Hoy está golpeando a tu puerta, el que te ama te está llamando.
Si decides deponer tus armas en las que confiaste, y le pides que Él venza al hombre fuerte que te ha dominado, y luego comienzas con mansedumbre a permitirte guiar, y dejarte amar, recibir su perdón y confiar en lo que Él dice de ti, vas a oír que eres su hijo amado, y que por fin te encontró, que desea abrazarte y cenar contigo. Y si comienzas a alinear tus pensamientos con los de Dios y te animas a contarle a Él libremente todo lo que sientes, tus hondas frustraciones, tus enojos y miserias, una paz incomprensible y profunda llenará tu casa. Una lámpara se encenderá en la noche. Se acabará la guerra en tu interior porque te habrás reconciliado con tu hacedor y contigo mismo. A partir de ahora transitarás un camino nuevo, pero no estás más solo. Ya nunca más estarás solo.
“Jesús, te abro la puerta de mi mundo interior, y te entrego las armas con las que me he defendido, trae luz en mis tinieblas, quiero tener comunión contigo y escucharte, quiero pensar con tus pensamientos, te necesito, Señor”.