Hay una publicidad de una cadena de hamburguesas cuyo lema es “no te comas el verso”, en el sentido de “no te engañes a ti mismo”. Sin duda es lo que algunos peregrinos de la vida cristiana suelen hacer. Se mimetizan entre la sociedad y la cultura, para ser reconocidos como “políticamente correctos”. Son aquellos que simplemente adoptan los valores y la cosmovisión de la cultura en la que viven, tanto en su forma de pensar (perspectiva de cosmovisión) como en su forma de actuar (costumbres, hábitos de vestimenta, comida, lenguaje, etc.).
El resultado de vivir la vida cristiana de esta manera es de una chatura que nivela siempre hacia lo mediocre. Donde lo verdadero y poderoso de Dios para el ser humano se encuentra oculto, tamizado o tapado de tal manera que no puede brindar luz o sabor. Veamos lo que sucedió con la división de la tierra prometida de Canaán, en especial al occidente del Jordán (se recomienda la lectura completa de los capítulos 14 al 16 del libro de Josué).
Los hebreos eran los extranjeros que llegaron a estas tierras, pero no todos fueron hábiles para guardar los principios y mandamientos de Dios. De la lectura de los tres capítulos de Josué se desprende que no todos fueron certeros en afianzar su fe, cultura y cosmovisión, sino que permitieron que otros pueblos subsistieran. Por eso al terminar los capítulos hay una descripción de la situación que da cuenta de cómo se fueron amoldando a las costumbres ajenas al Dios de ellos.
Al final de cada uno de estos capítulos se leen descripciones de diferentes accionares que tomó cada tribu que recibió su porción de la tierra prometida.
En el capítulo 14 dice: “Hebrón todavía pertenece a los descendientes de Caleb, hijo de Jefone, el cenezeo, porque él siguió al Señor, Dios de Israel, con todo su corazón”. (v. 14).
Al finalizar el capítulo 15 da cuenta de otra situación diferente: “Sin embargo, la tribu de Judá no pudo expulsar a los jebuseos, que vivían en la ciudad de Jerusalén; así que los jebuseos viven entre el pueblo de Judá hasta el día de hoy”. (v. 63).
Y al concluir el capítulo 16 muestra otra situación más que es distinta a las anteriores: “Los de Efraín, sin embargo, no expulsaron a los cananeos de la ciudad de Gezer, así que sus habitantes viven como esclavos entre el pueblo de Efraín hasta el día de hoy”. (v. 10).
En las tres historias se ve cómo prevalecieron las tribus a grupos o pueblos ajenos con quienes algunos de los hebreos se fueron “amoldando”. No los expulsaron como se les había ordenado. Fueron concediendo pequeñas cosas como cuando pensamos que un pecado es “inocente” o permitimos una “mentira blanca”. Esas pequeñas rendijas en la sólida pared de nuestra fe, la resquebrajan con el tiempo y forma una nueva amalgama que no puede cumplir con la función para la cual fue creada.
Al comienzo hablé de no comerse el verso. Y quiero volver a esa imagen: no te engañes, ceder en algo pequeño no te hace aceptable. Te hace algo que con el tiempo se resquebraja y se rompe. Algo que pierde su valor por haber dejado la originalidad del Maestro Creador. Muchas veces pensamos en que una “mentira piadosa” no le hace mal a nadie. Sin pensar en profundidad que piadoso o blanco son cualidades subjetivas, es decir que cambian según el ángulo con que se mire. Y lo que es más grave aún, que ofende a Dios.
Te invito a llevar una vida como un Embajador, un verdadero representante del pueblo de Dios. Uno que guarda sus principios y mandamientos, que refleja en sus actos los valores del Reino. Que convive con el mundo del pecado, pero que no se contamina.
Quiero compartirte una oración que se le atribuye a Francisco de Asís, y dice:
“¡Señor, haz de mí un instrumento de tu paz!
Que allí donde haya odio, ponga yo amor;
donde haya ofensa, ponga yo perdón;
donde haya discordia, ponga yo unión;
donde haya error, ponga yo verdad;
donde haya duda, ponga yo fe;
donde haya desesperación, ponga yo esperanza;
donde haya tinieblas, ponga yo luz;
donde haya tristeza, ponga yo alegría.
¡Oh, Maestro!, que no busque yo tanto
ser consolado como consolar;
ser comprendido, como comprender;
ser amado, como amar.
Porque dando es como se recibe;
olvidando, como se encuentra;
perdonando, como se es perdonado;
muriendo, como se resucita a la vida eterna”.