¿Te ha pasado que viendo algunas noticias o escuchando lo que les pasa a otras personas, te de miedo vivir lo mismo?
Sé que muchas veces podemos vernos asustados por lo que sucede a nuestro alrededor. Los pensamientos de miedo no son malos en sí, lo que es malo es que se conviertan en tendencias de temor o en constante sensación de terror.
Hace unos años mi esposo vivió ataques de ansiedad. Cuenta que lo que más le preocupaba era morir y que yo despertara, al día siguiente, para ver su cuerpo inerte. Uno de sus últimos episodios, él hizo esta oración en silencio: “Padre, si yo me voy estaré contigo, si me quedo estoy contigo también, soy tu hijo y tú me amas, sé que todo va a estar bien; me duele lo que pase con Lala, pero tú eres su Padre y cuidarás de ella si yo no estoy aquí”.
Esa noche él pudo dormir tranquilo, entendió que su identidad como hijo le dio una seguridad para enfrentar su mayor temor y saber que de una u otra manera, saldría victorioso.
¿Tienes un miedo gigante que te ha quitado la paz? ¿Qué podemos hacer?
Recuerda, por más grande que sea lo que tú sientes en tu interior, el nombre sobre todo nombre, el nombre de Jesús, vence hasta el Goliat más grande. El Señor siempre nos insta, como dice Isaías 43:1, a no temer. Fuimos rescatados por Él, le pertenecemos.
“Padre, no tengo miedo porque soy tu hijo, Tú me conoces, me has dado un nombre y soy tuyo. ¡Camino en la seguridad que me da tu amor!”